Muchas veces es muy difícil explicarle a una persona como es el proceso en una consulta. Es complicado explicar los diferentes estadios que conlleva el proceso de liberarse de aquello que lo mantiene hundido.
Lo que en general se percibe como “un problema", suele ser la punta de un iceberg que ya es insoportable. Y claro… nadie descubrió las varitas mágicas.
Quizás la mejor manera de hacer entender el proceso es con una metáfora muy significativa para el caso.
Creo que es como si la gente estuviera en un lago, pero paradójicamente pudiera respirar bajo del agua. Claro está, no tiene la misma velocidad ni
facilidad de movimiento que si estuvieran en la superficie. Pero llegar a la misma, no siempre es fácil ni un proceso automático. Con lo cual se van hundiendo cada vez más hasta que finalmente se enredan con las algas del fondo. A más intentan liberarse más se atrapan en las mismas. Hasta que finalmente se dan cuenta de que no hay escape, y que quizás, una ayuda es necesaria para poder liberarse.
El trabajo del guía va por etapas. La primera es ayudar a desenredarse, es permitir que la persona pueda ver donde están los nudos, como desatarlos, y así, confrontar cada una de las ataduras.
La persona ya está liberada, pero…
Aquí viene la segunda etapa. Después de estar mucho tiempo atada la persona ha, posiblemente, olvidado muchas cosas de su libertad. ¡Y claro! A medida que se libera comienza a elevarse y es donde se puede encontrar desconcertada ante la presión del agua que varía la luminosidad, los habitantes del lago que va descubriendo de los diferentes niveles de profundidad.
Porque si bien liberarse alivia mucho, también nos pone frente a nuevos episodios y situaciones que son desconocidas. Y la visión es diferente porque ya no estamos hundiéndonos, sino resurgiendo.
En el resurgir las cosas se ven totalmente diferentes, y es donde el guía va ayudando a adaptarse a los cambios.
Pero la principal labor del guía es que la persona aprenda todo a través de su propia experiencia y entendimiento.
Estimo que muchos de ustedes se preguntarán: ¿y no hay posibilidad de que se vuelva a hundir?
La respuesta está arriba. Porque el guía no desató a la persona, sino que le enseño a desatarse, a conocer cada nivel, la luz y como vivir entre todo ello. Con lo cual, por más que el lago fluctúe, que la corriente pueda llevarnos en algún momento a algún nivel, uno ya sabe como volver a la superficie.
Y el lago ya no representa la prisión angustiosa, sino un lugar donde nadar con total libertad.
Sergio Alonso Ramirez
Psicólogo Psicoanalista
Lo que en general se percibe como “un problema", suele ser la punta de un iceberg que ya es insoportable. Y claro… nadie descubrió las varitas mágicas.
Quizás la mejor manera de hacer entender el proceso es con una metáfora muy significativa para el caso.
Creo que es como si la gente estuviera en un lago, pero paradójicamente pudiera respirar bajo del agua. Claro está, no tiene la misma velocidad ni
facilidad de movimiento que si estuvieran en la superficie. Pero llegar a la misma, no siempre es fácil ni un proceso automático. Con lo cual se van hundiendo cada vez más hasta que finalmente se enredan con las algas del fondo. A más intentan liberarse más se atrapan en las mismas. Hasta que finalmente se dan cuenta de que no hay escape, y que quizás, una ayuda es necesaria para poder liberarse.
El trabajo del guía va por etapas. La primera es ayudar a desenredarse, es permitir que la persona pueda ver donde están los nudos, como desatarlos, y así, confrontar cada una de las ataduras.
La persona ya está liberada, pero…
Aquí viene la segunda etapa. Después de estar mucho tiempo atada la persona ha, posiblemente, olvidado muchas cosas de su libertad. ¡Y claro! A medida que se libera comienza a elevarse y es donde se puede encontrar desconcertada ante la presión del agua que varía la luminosidad, los habitantes del lago que va descubriendo de los diferentes niveles de profundidad.
Porque si bien liberarse alivia mucho, también nos pone frente a nuevos episodios y situaciones que son desconocidas. Y la visión es diferente porque ya no estamos hundiéndonos, sino resurgiendo.
En el resurgir las cosas se ven totalmente diferentes, y es donde el guía va ayudando a adaptarse a los cambios.
Pero la principal labor del guía es que la persona aprenda todo a través de su propia experiencia y entendimiento.
Estimo que muchos de ustedes se preguntarán: ¿y no hay posibilidad de que se vuelva a hundir?
La respuesta está arriba. Porque el guía no desató a la persona, sino que le enseño a desatarse, a conocer cada nivel, la luz y como vivir entre todo ello. Con lo cual, por más que el lago fluctúe, que la corriente pueda llevarnos en algún momento a algún nivel, uno ya sabe como volver a la superficie.
Y el lago ya no representa la prisión angustiosa, sino un lugar donde nadar con total libertad.
Sergio Alonso Ramirez
Psicólogo Psicoanalista
No se si viene del todo al caso, pero en mi opinión, para salir a flote primero puede que necesitemos hundirnos un poco más, eso es lo que es más difícil de hacer, no se si es para tocar fondo y tomar impulso, pero creo que para eso la terapia puede proporcionar un soporte muy importante, porque supongo que para ir hacia la libertad hay que dejar de disfrutar del goce de la no libertad, para lo cual hay que pasar por la oscuridad, creo que el psicoanalista va poniendo luz ahí, después al mirar hacia atrás toda la oscuridad está iluminada ya, y ya no da miedo, eso es el aprendizaje que ayuda a no enredarse más, eso es incorporar. Muy buen artículo.
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