17 de febrero de 2007

La Jaula

El pensamiento general sobre las jaulas es que no son buenas y que privan de la libertad. Sin embargo mucha gente vive en jaulas afectivas.

Pensemos que la imagen de la jaula no da solamente la idea de no poder salir, sino de no poder entrar tampoco. He visto muchas personas que viven en ellas.
Quizás podamos comprender esta autoexclusión afectiva y muchas veces física, como la única salida a sus propias vivencia y forma de confrontar el mundo.

Estas prisiones se forman barrote a barrote: Miedos, angustias, auto-compasión, etc. Son temas no cerrados o no elaborados que se transforman en barras de acero, que con el tiempo se convierten en las viviendas de algunas personas. Que como dije antes, permiten coexistir con el mundo pero sin que este penetre.


Estas personas en general tienen dificultades tales como relacionarse con los demás. Y no me refiero a “tener charlas de ascensor” sino interactuar realmente con los otros. Tener afectos, pareja, no conseguir que me quiera o quieran, que no quiera a nadie más que a mí…

Uno de las características más comunes es que les cuesta mucho dejar entrar a alguien en su vida. Y si entra, les cuesta mucho darles libertad. Evidentemente les podrán dar tanta libertad como se dan a sí mismas, muy poca o ninguna. También pretenden una exclusividad enfermiza y confunden esto con “ser importante para mi pareja (o sustituto, como amigo, compañero exclusivo, etc)”.

La jaula se convierte en una forma de vida, al punto que la persona se resigna y supone que: “soy así”, “así nací”, “me tocó esta vida”, “no tengo suerte”, etc. Y de a poco resignan en sus vidas su libertad, sus deseos, su cuerpo, sus ganas. Se fusionan con su hábitat carcelario y se preocupan por ver más el jardín ajeno que el propio.

Una de las preguntas que uno se puede hacer es como se forma una jaula.
Yo suelo decir que se forma en la medida que uno se distancia de uno mismo. En la medida que buscamos allí fuera lo que está adentro: "Cuando nuestra vida sea feliz con ese trabajo, ese sueldo, esa chica/o, ese cuerpo esplendido, ese coche, etc."
Cuando adoptamos como mecanismo buscar allí las soluciones que están aquí dentro. Y, peor aún, que dentro no sabemos donde encontrarlas y bueno… “es así y me tocó esta vida”.
¿Es realmente la vida tan lineal?
¿Seré feliz realmente con más dinero? ¿O seré un desgraciado en una limousine?

Creo que los barrotes se generan cuando nos creemos que nuestros impedimentos no son cambiantes o mutantes.

Cuando no nos damos cuenta de que en nuestra vida todo cambia, todo se modifica, todo tiene un principio y un fin.

Cuando nuestros miedos nos atrapan y nos quedamos “con los amigos para siempre” y todos los “para siempre” que me aseguran que voy a ser querido y no necesito nada más del exterior. Cuando cierro las puertas a mi propia vida, al mundo que está esperando que lo vea. Cuando cierro los ojos porque creo que ya aprendí y vi demasiado.

¿Y cómo se sale de la Jaula?

De la jaula no se sale, se deshace. Si pensamos que cada barrote es algo nuestro, que suponemos “inamovible”, será un trabajo de desarmar cada uno de estos barrotes. Es un trabajo que puede llevar algún tiempo.

¿Pero cómo quito los barrotes si ni siquiera sé cómo aparecieron?

Creo que la respuesta está en ¿Qué hacemos cuando no podemos con algo? Pues pedimos ayuda. Cuando a uno le duele algo corporal va a un médico, o a un especialista. Cuando a uno le duele el alma = psique, seguramente tendrá que buscar algún tipo de ayuda al respecto.

Muchos pensarán “¿Para qué salir de la jaula si finalmente la persona se siente protegida, los demás no pueden entrar ni hacer daño y hasta llegan a pensar que es lo natural?”

Porque en toda jaula se vive en soledad.

Porque ningún ser nace para vivir encerrado, sino para vivir su libertad y aprender de ella.

Y finalmente porque los dolores que produce vivir encerrados solo se quitan al liberarse de dicha prisión, a pesar de que el trabajo para ello sea duro

Sergio Alonso Ramirez
Psicólogo Psicoanalista


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