Esta frase ya se va originando, como una especie de justificación de la postergación, unos meses antes de las tan anheladas vacaciones.
Sin embargo muchas separaciones, cambios de trabajo, compras repentinas o compulsivas se producen justamente en la vuelta de dicho periodo de descanso.
Parece ser que se viene con alguna fuerza que ayuda a la persona a poder generar un cambio.
¿Saldrá simplemente del descanso?
Pero el descanso no es solo dormir o no trabajar. Las vacaciones son un momento muy particular donde la persona ya no es un “trabajador” ni un “pagador” ni “deudor” ni “proyecto de tal cosa”, simplemente es la propia persona sin más preocupaciones que comer, dormir, descansar.
Como si borrásemos su contexto y de alguna manera se conectara con lo que le queda “Él/Ella misma”. En definitiva lo podríamos pensar como uno de los momentos más narcisistas del sujeto donde su principal prioridad es satisfacer todo aquello que le apetece.
Es realmente un paréntesis donde se “libera” de la vida que esta llevando. Pero claro, después viene un segundo momento, volver.
En ese momento se genera la lucha de los dos “yo”. El que vive la vida de esa forma, acostumbrado a aguantar esa vida, y el que viene libre de ataduras y se resiste con fuerza a volver a tenerlas.
Es ahí donde muchos viven una angustia bastante marcada. Donde tienen esa sensación imperativa de no querer volver ya sea a su vida o a algún aspecto de la misma.
Por lo que he visto hay diferentes opciones. Los que suponen que no tienen salida “aguantan” este sentimiento hasta acostumbrarse a aquello que no querían volver.
Otros intentan sopesarlo con alguna compra compulsiva, cambio de domicilio, encargar un hijo, separarse o cambiar de trabajo (fuera de que es el momento ideal para tener otro mes entero el año que viene para irse nuevamente de vacaciones).
Sin embargo las vacaciones nos está dejando un mensaje importante que sale de nosotros mismos “Esto no va bien”.
La tercer salida, y quizás la menos vista es los que se animan a ver de frente a la sensación angustiosa que les genera volver: a este sentimiento de no querer pisar esa oficina, ver esas caras, volver con esa familia, o incluso a esa ciudad. Y generan la salida de la angustia: El cambio.
Creo que las vacaciones no es un periodo fantasioso e irreal. Es un momento donde uno se reconecta con si mismo, libre ya de estar respondiendo a un montón de cosas (enajenantes) que se fueron dando y que a veces conllevan a otras que hacen que la persona esté atrapada en su propia telaraña sin ser araña.
¿Qué es la meditación? Justamente esto, intentar abstraerse de la realidad, no pensar en nada, o en solo una imagen, para poder conectar con uno mismo mas allá de contextos sociales. Justamente, las vacaciones hacen esto mismo, encontrarse, verse y replantearse.
La angustia no tiene porque ser necesariamente algo malo, sino una alarma que nos indica algo sobre nuestra vida. Y no solo eso, sino también sobre nuestro deseo, que reclama renovarse,que algo no está funcionando como corresponde. La cuestión ahora será ver qué salida tomar... O en todo caso poder abordar un camino de exploración para poder evaluar aquello que no encontramos reflejado, de nosotros mismos, en la realidad.
Si aparece la angustia frente a la vuelta de las vacaciones, quizás sea un momento oportuno para poder transformar ese sentimiento en palabras que nos puedan llevar a plantear otros aspectos de nuestra vida que se están haciendo "oír" pero a nivel de sensaciones.
Sergio Alonso Ramirez
Psicoanalista
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