Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío. Entonces podría decir que el delirio se regala como muestras gratis.
Las personas suponen estar lejos de los delirio, cuando todos, de una manera u otra accedemos a él para poder satisfacernos.
La pregunta es cuándo aparece el mismo en la psique de un sujeto y no confundirlo con su representante exterior que es la alucinación. El delirio pertenece al mundo de las ideas, y la alucinación es un delirio, un discurso pero representado en el mundo exterior que vuelve a través de los sentidos.
TÚ Y TUS DELIRIOS… ¿O LOS MÍOS?
El aparato psíquico intenta siempre satisfacerse, reencontrar las formas en las cuales halló descargas a sus pulsiones. Esas formas son las históricas, las de cada sujeto, de las miradas que se ha encontrado y de sus reflejos en las mismas que le devolvían el ser y lo constituían como tal. Sin embargo, para sostener la realidad psíquica de cada uno, el sujeto necesita reconstruir un mundo una y otra vez. No hay dos mundos iguales, ni dos personas iguales, ya que cada sujeto lo envuelve con su mirada y con ella toda su forma de entenderlo e interpretar al objeto (tanto humano, como “cosa”). El narcisismo del sujeto esta dado por la(s) miradas que recibe en su infancia, luego si no las puede hallar en el exterior, podrán ser recreadas en forma de pequeños o grandes delirios. De esta manera, el delirio es algo que encuentra sus raíces no el propio sujeto, sino de quien lo ha mirado de una forma particular en su infancia. Dicho de otro modo: Se puede hacer insoportable dejar de ser el objeto fálico del otro.
¿Y por qué hablar del delirio?
Porque el delirio es justamente lo que hace, en un momento, satisfacer al sujeto, sostenerlo en su ilusión, pero el problema del mismo es que tiene fecha de caducidad (salvo en la psicosis donde rompe con el exterior y ahora la realidad se transforma en un (su) delirio).
La gran mayoría de las angustias que sufren los sujetos es por la negación de su propia realidad (delirio).
El sujeto intenta sostener de una u otra manera lugares, identidades, espejismos de sí mismos que muchas veces no se condicen con la mirada que les devuelven, entendiendo esto como “realidad”. Pero esto lo pone en grave peligro, el de la angustia. Si el sujeto no puede satisfacerse y descargar, se llena y explota, y a eso lo llamamos angustia. Sin embargo, cualquier sujeto de a pie encuentra la fórmula de pequeños pensamientos delirantes que hacen que pueda sostenerse en un lugar subjetivo.
La histérica supone que “no hay hombres” que “siempre tiene mala suerte”. El obsesivo construye historias, venganzas, sueños, fantasías que piensa en algún momento se cumplirán… por arte de magia, claro está, porque justamente la fantasía es lo que evita tener que ir a la realidad. El narcisista fantasea una realidad megalómana donde es adorado. Pero aun así, el sujeto, puede sostener una idea de sí mismo y no tener que afrontarse con otras miradas.
El delirio no es privativo de la psicosis, sino una herramienta de cualquier aparato psíquico.
Así lo escuchamos día a día como ideas absurdas que alguien puede sostener de sí mismo o del mundo, pero que no parecen tener mayor importancia, salvo que para la persona es lo que la mantiene en un peligroso equilibrio.
A nivel social, como comenté en otros escritos, me encontré hace ya hace 12 años con una España delirante (y también en Argentina donde suponía que la dialéctica cambiaria de una moneda era por el delirio de sólo pretenderlo - 1 peso valía 1 dólar por ley -), donde el valor de las cosas suben porque sí, las cosas van bien, porque sí, y que no había necesidad de ningún trabajo o esfuerzo para lograr una meta (principio de realidad y castración).
Pero la pregunta que nos podemos hacer, o al menos que yo lo hago a través de la escucha… ¿A dónde apunta el delirio? Y es aquí donde entramos en la dimensión del narcisismo. Para poder aceptar la realidad, que no siempre es placentera, el sujeto se tiene que castrar, tiene que aceptar una realidad en pos de poder avanzar y crear un puente sobre aquello que le falta. Esto implica que con “ser” no es suficiente sino que hay que hacer algo más para obtener lo que cada uno quiere. Y a pesar de haber hecho renuncias en la vida, hay que hacer otras para llegar a metas que están más allá de nuestro alcance. Esto implica renunciar al narcisismo del sujeto, uno que viene dado desde la infancia y donde el sujeto existe y recibe por su mera existencia. Al crecer nos damos cuenta que no basta con estar, sino con aquello que se pone en juego dialéctico con el otro. Siempre hay un intercambio, incluso de niños por ser objetos (fálicos) de amor del otro. Un tema que cuesta mucho abandonar en pos de poder ser adulto y amar y comprometerse con otro que devolverá ese narcisismo pero a través de una relación donde también se concede la existencia al semejante como “sujeto objeto de demanda”.
Obviamente estos pasajes, estas renuncia que el sujeto necesita hacer en la vida para alcanzar su socialización, su integración en una mirada del Otro (cultura) implica ciertas identificaciones y lugares que dan las propias imágenes parentales que le van indicando modelos a seguir y así poder encontrar la forma de renunciar a una cosa para tomar otra (introyección).
Ejemplos de esto que hablamos, del delirio, de la huida de un exterior, encontramos por doquier y en la vida cotidiana. Vamos a poner algunos ejemplos:
Parece que el delirio siempre emerge cuando se amenaza un aspecto del narcisismo del sujeto. Digamos que parece aquí como un síntoma del cual se sostiene para poder recrear la realidad o algún aspecto de ella. El problema está en que la realidad no caduca y el delirio sí, y ahí es cuando aparece un exterior difícil de asumir y angustiante.
En todos los casos aparece como un mecanismo de defensa narcisístico en pos de no tener que renunciar a una mirada infantil de sí mismo. A un ser “amado/a por su mera existencia” y tener que castrarse, es decir, cortar con esa mirada primaria para pasar a otra, como en el amor, a hacer algo para reencontrarse con ese narcisismo pero como fruto de los actos y no como separador de ellos.
Ahí es donde vemos la reconducción del goce. Allí donde el sujeto espera que la realidad se amolde a sus ideas (delirio gozoso),se trata de poder abandonar ese lugar para ir a buscar el mismo pero en el exterior. Es decir, castrarse como niño/a, asumir las faltas y sí generar un reencuentro con el amor propio pero a una dialéctica con el exterior.
Como podrán deducir la negación es parte de esta triada donde se confabula con el delirio para poder rechazar aquello del exterior que no se aguante y por ende se fantasea. Y justamente ahí está el conflicto para el sujeto. La realidad no va a cambiar por más que la neguemos. De hecho el aparato psíquico tiene mucho más trabajo negándola.
Una persona ante cantar mal, por ejemplo, tiene diferentes salidas:
1) Negar que canta mal: Si sólo se junta con gente que valora esto, no hay problema. Pero si intenta ser un/a cantante profesional tendrá que utilizar la negación y el delirio durante mucho tiempo hasta encontrarse con su realidad.
2) Aceptar que no canta bien: A pesar que mucho le moleste (porque en realidad le gusta su canto a personas que están en transferencia y sabemos que se escucha por el fantasma y no sólo con el aparato auditivo) aceptarlo y así poder acceder a clases para mejorar
3) Si al poder mejorar ve que no es suficiente, poder dejar esto como objetivo de una realidad que no será y poder tomar nuevos caminos en su vida que sí le puedan dar una satisfacción. O incluso reconocer sus limitaciones y poder usarlas como un potencial.
¿Esto quiere decir que hay saber aceptar las limitaciones? Por supuesto que sí, es un principio de realidad necesario para discurrir por la vida. Pero aceptarlas no significa quedarse en el muro de los lamentos de la frustración, sino poder avanzar en diferentes direcciones en pos de satisfacerse. Hoy en día hay toda una corriente de pensamiento que genera perversión en el sujeto, libros y discursos publicitarios donde le dicen al sujeto que “todo se puede”, que con “pensar correctamente el universo le dará lo que quieran”, que sólo basta con "pedirlo y se le dará". Y es verdad… cuando uno era pequeño. Justamente todo este tipo de discurso es el que promueve y facilita al sujeto en su delirio, le permite vivir años leyendo una y otra vez historias donde se termina con un yate y una Ferrari por sólo pedirlo.
Quizás el Quijote no es el único que luchaba con molinos de viento…
Sergio Alonso Ramírez
Psicólogo Psicoanalista
Pd: Y aún así queda muchos temas pendientes: ¿Qué pasará con lo que niegan su habilidad?...
Las personas suponen estar lejos de los delirio, cuando todos, de una manera u otra accedemos a él para poder satisfacernos.
La pregunta es cuándo aparece el mismo en la psique de un sujeto y no confundirlo con su representante exterior que es la alucinación. El delirio pertenece al mundo de las ideas, y la alucinación es un delirio, un discurso pero representado en el mundo exterior que vuelve a través de los sentidos.
TÚ Y TUS DELIRIOS… ¿O LOS MÍOS?
El aparato psíquico intenta siempre satisfacerse, reencontrar las formas en las cuales halló descargas a sus pulsiones. Esas formas son las históricas, las de cada sujeto, de las miradas que se ha encontrado y de sus reflejos en las mismas que le devolvían el ser y lo constituían como tal. Sin embargo, para sostener la realidad psíquica de cada uno, el sujeto necesita reconstruir un mundo una y otra vez. No hay dos mundos iguales, ni dos personas iguales, ya que cada sujeto lo envuelve con su mirada y con ella toda su forma de entenderlo e interpretar al objeto (tanto humano, como “cosa”). El narcisismo del sujeto esta dado por la(s) miradas que recibe en su infancia, luego si no las puede hallar en el exterior, podrán ser recreadas en forma de pequeños o grandes delirios. De esta manera, el delirio es algo que encuentra sus raíces no el propio sujeto, sino de quien lo ha mirado de una forma particular en su infancia. Dicho de otro modo: Se puede hacer insoportable dejar de ser el objeto fálico del otro.
¿Y por qué hablar del delirio?
Porque el delirio es justamente lo que hace, en un momento, satisfacer al sujeto, sostenerlo en su ilusión, pero el problema del mismo es que tiene fecha de caducidad (salvo en la psicosis donde rompe con el exterior y ahora la realidad se transforma en un (su) delirio).
La gran mayoría de las angustias que sufren los sujetos es por la negación de su propia realidad (delirio).
El sujeto intenta sostener de una u otra manera lugares, identidades, espejismos de sí mismos que muchas veces no se condicen con la mirada que les devuelven, entendiendo esto como “realidad”. Pero esto lo pone en grave peligro, el de la angustia. Si el sujeto no puede satisfacerse y descargar, se llena y explota, y a eso lo llamamos angustia. Sin embargo, cualquier sujeto de a pie encuentra la fórmula de pequeños pensamientos delirantes que hacen que pueda sostenerse en un lugar subjetivo.
La histérica supone que “no hay hombres” que “siempre tiene mala suerte”. El obsesivo construye historias, venganzas, sueños, fantasías que piensa en algún momento se cumplirán… por arte de magia, claro está, porque justamente la fantasía es lo que evita tener que ir a la realidad. El narcisista fantasea una realidad megalómana donde es adorado. Pero aun así, el sujeto, puede sostener una idea de sí mismo y no tener que afrontarse con otras miradas.
El delirio no es privativo de la psicosis, sino una herramienta de cualquier aparato psíquico.
Así lo escuchamos día a día como ideas absurdas que alguien puede sostener de sí mismo o del mundo, pero que no parecen tener mayor importancia, salvo que para la persona es lo que la mantiene en un peligroso equilibrio.
A nivel social, como comenté en otros escritos, me encontré hace ya hace 12 años con una España delirante (y también en Argentina donde suponía que la dialéctica cambiaria de una moneda era por el delirio de sólo pretenderlo - 1 peso valía 1 dólar por ley -), donde el valor de las cosas suben porque sí, las cosas van bien, porque sí, y que no había necesidad de ningún trabajo o esfuerzo para lograr una meta (principio de realidad y castración).
Pero la pregunta que nos podemos hacer, o al menos que yo lo hago a través de la escucha… ¿A dónde apunta el delirio? Y es aquí donde entramos en la dimensión del narcisismo. Para poder aceptar la realidad, que no siempre es placentera, el sujeto se tiene que castrar, tiene que aceptar una realidad en pos de poder avanzar y crear un puente sobre aquello que le falta. Esto implica que con “ser” no es suficiente sino que hay que hacer algo más para obtener lo que cada uno quiere. Y a pesar de haber hecho renuncias en la vida, hay que hacer otras para llegar a metas que están más allá de nuestro alcance. Esto implica renunciar al narcisismo del sujeto, uno que viene dado desde la infancia y donde el sujeto existe y recibe por su mera existencia. Al crecer nos damos cuenta que no basta con estar, sino con aquello que se pone en juego dialéctico con el otro. Siempre hay un intercambio, incluso de niños por ser objetos (fálicos) de amor del otro. Un tema que cuesta mucho abandonar en pos de poder ser adulto y amar y comprometerse con otro que devolverá ese narcisismo pero a través de una relación donde también se concede la existencia al semejante como “sujeto objeto de demanda”.
Obviamente estos pasajes, estas renuncia que el sujeto necesita hacer en la vida para alcanzar su socialización, su integración en una mirada del Otro (cultura) implica ciertas identificaciones y lugares que dan las propias imágenes parentales que le van indicando modelos a seguir y así poder encontrar la forma de renunciar a una cosa para tomar otra (introyección).
Ejemplos de esto que hablamos, del delirio, de la huida de un exterior, encontramos por doquier y en la vida cotidiana. Vamos a poner algunos ejemplos:
- Termina la carrera y supone que con eso ya es motivo de recibir “lo que se merece” y que “le den” un lugar (y la realidad le dice “pues no”). Delirio: Es culpa del otro, yo voy a esperar, no tengo porque hacer más. En realdad “valgo mucho” y ya lo he demostrado al hacer el esfuerzo de estudiar.
- Quiere salir y que las mujeres lo busquen lo deseen y lo quieran (como una mamita buscaría a su pequeño), pero sin mover un dedo por ello. Delirio: La vida es mala y la gente es cruel. No quiero vivir.
- Quiere obtener más sin dar nada a cambio. Delirio: Con mi mera presencia es suficiente. Ahora sigo tal religión, corriente de pensamiento, etc. que me dice que yo valgo mucho y que soy un ser de luz amado y adorado.
- Quiere ser una estrella, un cantante adorado, una celebridad, sin tener en cuenta las capacidades que tiene. Delirio: No soy yo, son ellos que no saben valorar mis grandes capacidades. En la versión paranoica: Hay gente “que me persigue” y no quieren que yo tenga éxito porque me tienen envidia.
- Quiere obtener un puesto de trabajo, no porque lo pueda desempeñar, sino por cómo será visto y reconocido. Pero sin tener lo necesario para obtenerlo. Delirio: No me contrataron porque seguro han tomado a un familiar o amigo. Pero en realidad yo soy genial. Lo que pasa es que esto “es así siempre”…
- Quiere tener mucho dinero, grandes logros, pero sin hacer ningún esfuerzo o sacrificio. Delirio: Prostituirse – real o simbólicamente entregándose como objeto - (con la consecuente caída del cuerpo con los años y por ende la angustia) o buscar caminos “fáciles”, caer en miles de libros donde te dicen que pensando fuerte “se te dará”, sin pensar nunca en lo más básico, trabajar por ello y si no sale, aguantarse.
Parece que el delirio siempre emerge cuando se amenaza un aspecto del narcisismo del sujeto. Digamos que parece aquí como un síntoma del cual se sostiene para poder recrear la realidad o algún aspecto de ella. El problema está en que la realidad no caduca y el delirio sí, y ahí es cuando aparece un exterior difícil de asumir y angustiante.
En todos los casos aparece como un mecanismo de defensa narcisístico en pos de no tener que renunciar a una mirada infantil de sí mismo. A un ser “amado/a por su mera existencia” y tener que castrarse, es decir, cortar con esa mirada primaria para pasar a otra, como en el amor, a hacer algo para reencontrarse con ese narcisismo pero como fruto de los actos y no como separador de ellos.
Ahí es donde vemos la reconducción del goce. Allí donde el sujeto espera que la realidad se amolde a sus ideas (delirio gozoso),se trata de poder abandonar ese lugar para ir a buscar el mismo pero en el exterior. Es decir, castrarse como niño/a, asumir las faltas y sí generar un reencuentro con el amor propio pero a una dialéctica con el exterior.
Como podrán deducir la negación es parte de esta triada donde se confabula con el delirio para poder rechazar aquello del exterior que no se aguante y por ende se fantasea. Y justamente ahí está el conflicto para el sujeto. La realidad no va a cambiar por más que la neguemos. De hecho el aparato psíquico tiene mucho más trabajo negándola.
Una persona ante cantar mal, por ejemplo, tiene diferentes salidas:
1) Negar que canta mal: Si sólo se junta con gente que valora esto, no hay problema. Pero si intenta ser un/a cantante profesional tendrá que utilizar la negación y el delirio durante mucho tiempo hasta encontrarse con su realidad.
2) Aceptar que no canta bien: A pesar que mucho le moleste (porque en realidad le gusta su canto a personas que están en transferencia y sabemos que se escucha por el fantasma y no sólo con el aparato auditivo) aceptarlo y así poder acceder a clases para mejorar
3) Si al poder mejorar ve que no es suficiente, poder dejar esto como objetivo de una realidad que no será y poder tomar nuevos caminos en su vida que sí le puedan dar una satisfacción. O incluso reconocer sus limitaciones y poder usarlas como un potencial.
¿Esto quiere decir que hay saber aceptar las limitaciones? Por supuesto que sí, es un principio de realidad necesario para discurrir por la vida. Pero aceptarlas no significa quedarse en el muro de los lamentos de la frustración, sino poder avanzar en diferentes direcciones en pos de satisfacerse. Hoy en día hay toda una corriente de pensamiento que genera perversión en el sujeto, libros y discursos publicitarios donde le dicen al sujeto que “todo se puede”, que con “pensar correctamente el universo le dará lo que quieran”, que sólo basta con "pedirlo y se le dará". Y es verdad… cuando uno era pequeño. Justamente todo este tipo de discurso es el que promueve y facilita al sujeto en su delirio, le permite vivir años leyendo una y otra vez historias donde se termina con un yate y una Ferrari por sólo pedirlo.
A medida que pasan los años se pierden cosas, pero también se ganan otras. El conflicto aparece cuando se niegan las que se pierden no pudiendo así aceptar las que se ganan.
Quizás el Quijote no es el único que luchaba con molinos de viento…
Sergio Alonso Ramírez
Psicólogo Psicoanalista
Pd: Y aún así queda muchos temas pendientes: ¿Qué pasará con lo que niegan su habilidad?...
''Hoy en día hay toda una corriente de pensamiento que genera perversión en el sujeto... ''
ResponderEliminarQue gran realidad,,,
Tambien añadir que me he sentido identificado, he de reconocer que se me da muy bien delirar,,, me gustaria leer la siguiente parte sobre los que niegan su habilidad ;)
Gracias por tus post. Un saludo
Excelente artículo, ahora me doy cuenta de esas personas que aún teniendo la realidad pisándole los talones no quieren darse cuenta y hasta parecen tildar de ignorantes a los que se la tratan de mostrar ¿Como hacerle ver al Quijote que Dulcinea no tiene la belleza que tan vehementemente desea obtener?
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