La semana pasada apareció una metáfora que voló como un pájaro entre diferentes pacientes y me parece que quizás el compartirla aquí le sirva a alguien:
El águila vuela por los aires, el pez nada en el rio y el caballo galopa en el prado.
No le podemos pedir al águila que nade ni al pez que galope ni al caballo que vuele. Simplemente morirían por no estar en su elemento. De esto se desprende que muchas veces nos pasamos años e incluso vidas enteras no aceptando que el otro es un águila, un pez o caballo. Y le pedimos al águila que se meta en el agua o al pez que galope o al caballo que vuele. Tanto nos cuesta aceptar que el otro, quizás no está enfermo, no es un síntoma, sino que es lo que es que sufrimos en cambiar lo que no se puede cambiar (y al otro que tampoco puede dejar de ser quién es).
En una segunda mirada a esta metáfora se puede leer que nos podemos pasar muchos años o una vida entera no aceptando que, nosotros mismos, somos lo que somos y que a más lo neguemos más lo sufrimos. Es aquello de aceptar la falta también. Pero en una tercera mirada podemos pensar que hasta que el pez no vuelve al agua, el caballo al prado y águila al aire ninguno no va a estar feliz porque no está en su medio. Y que justamente es allí dónde podrá desarrollarse mejor y ser quien es. Porque en definitiva creo que un factor que nos hace sentir más felices es en abandonar los ideales del otro y poder encontrar en propio medio que nos hace más felices. No creo que sea algo fácil, aunque cuando se encuentra se ve sencillo, pero sí creo que aquellos que encuentran sus lugares es allí donde se pueden sentir realmente mejor e incluso pueden desarrollar su galope, su nadar o su vuelo.
Sergio Alonso Ramírez
Psicólogo - Psicoanalista
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