"Hay algo que debéis entender de mi forma de trabajar. Cuando me necesitáis y no me queréis, debo quedarme. Cuando me queréis, pero ya no me necesitáis, debo irme... Es un poco triste, pero es así"- película: La niñera mágica.

(Sin embargo, a pesar de mi ausencia física, me tendréis allí donde me necesiten)


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18 de mayo de 2007

Ambición: engañosa e infantil


Creo que uno de los males más peligrosos suele ser la ambición desmedida. No hablo de querer tener algo, llegar a un objetivo, o simplemente desear estar mejor. Hablo de cuando la ambición lleva a una persona a un estado delirante-perverso. Donde quiere más y más sin dar nada a cambio. Es ese tipo de estado donde el sujeto sueña con tener muchísimo por el simple hecho de existir, no dar nada a cambio y pensar que sus actos no tendrán ninguna consecuencia. Seguramente muchos de ustedes lo sienten, perciben o son conscientes de esto.
En diferentes países la ambición lleva a grandes catástrofes, y es mi opinión que es algo que está afectando severamente a España en su conjunto.
Las empresas quieren tener todo a un costo cero o excesivamente bajo. Pretende hacer un proceso de selección, pero ponen a cualquier persona a seleccionar. ¡Claro! Si me ahorro pagar a alguien que realmente sepa cómo hacerlo es más ganancia. Después el candidato recibe una oferta, horario y se le paga “según convenio”. Es decir, te pagarán lo mismo que pagan todas las empresas. Luego se llenarán la boca de lo magníficos que son, de su calidad, sus procedimientos y un montón de cosas que en general no tienen la más mínima idea de lo que dicen. Te “ofrecerán” una formación para “su” empresa que NO te pagarán. Es selectiva (¿Pero ya no has pasado un proceso de selección?). Eso sí, después de utilizar tu tiempo durante 15 días o un mes entero, te harán un contrato “por obra y servicio” lo cual los compromete a casi nada, pero no obstante te dirán que tienes un mes de prueba.
La formación nunca está dada por un formador, sino por alguno elegido a dedo, que si tienes suerte será bueno. Pero como no hay que perder tiempo y dinero, a esta persona tampoco le dieron tiempo de hacer un “plan de formación” (que tampoco saben qué es). Después de comentarte cientos de cosas en el curso y de forma superficial te ponen a trabajar como puedas. Te hablan de “el cliente”, de “calidad”, y por otro lado tratan al sujeto como una especie de robot esclavizado que tiene 5 minutos para ir al baño, fumar un cigarro y tomar un café. Antes, al menos, lo podías hacer todo junto en el baño, ahora ni eso porque ya no se puede fumar.

Esto degenera que la persona que está trabajando no tiene conciencia ni de su trabajo, ni de la importancia del mismo, como le sucede a la empresa que al no “valorar” a su empleado, tampoco lo hace con “su cliente”. En definitiva muchas de las empresas si uno tiene un problema que no está esquematizado dentro de la misma puede ir pensando en dar la baja del servicio porque si no le esperan unos buenos dolores de cabeza y facturas que si no paga tendrá graves consecuencias.

Y todo por ahorrar y ganar más dinero. Parece un mensaje esquizofrénico. El mensaje de la gente que tiene esta patología suele ser contradictorio como “estás horrible y eres bella”. Aquí sucede lo mismo, te piden que des lo que no te saben, no quieren y no pueden dar.

Finalmente las empresas en su frenesí por ganar más y más dinero se dan cuenta que pueden externalizar sus servicios. Pero no en otra empresa, eso ya lo vienen haciendo, sino en otro país. La calidad seguramente será igual de pésima, la diferencia es que se ahorrarán muchísimo dinero en costos. Entre ellos las instalaciones que también por esta ambición desmedida aumentaron sin ton ni son en España por pura ambición (burbuja inmobiliaria).

Hasta que finalmente, la gente no tiene trabajo, la locura de los pisos toca su tope y no hay quien contrate los servicios… ¡Ups! ¡Nos quedamos sin clientes!
Recuerdo cuando la gente en su delirio, porque no era otra cosa, suponía que su piso seguiría aumentando irrisoriamente hasta que costara lo mismo que comprarse un país africano. O que por estar en “Europa” no podía pasarles absolutamente nada (¿Tierra santa?).
Es justamente la ceguera de la ambición la que genera la desgracia.
Por eso en estos casos es mejor ser “conservador” aunque parezca un poco tonto. Porque caer en las garras del frenesí por ganar sin más nos puede llevar a caminar sin ver por dónde, hasta que nuestro suelo es una cuerda floja y cuando caemos, vemos desde abajo lo que estaba pasando siendo demasiado tarde.

Aunque parezca difícil de comprender, según algunos autores tiene que ver con el vínculo materno. En el fondo es una actitud infantil. Igual que un niño, el adulto exige constantemente a la realidad como lo hacía de pequeño con su madre. Satisfacerlo es casi imposible y él solamente demanda sin parar. Es el rey de la relación, el rey de la casa, el que merece todo por existir y sólo da a cambio su presencia. Pues ya ven, la ambición que socialmente se supone que está tan vinculada a la adultez es un rasgo vinculado a la infancia y por lo tanto infantil.

Sergio Alonso Ramirez
Psicólogo Psicoanalista






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