19 de octubre de 2007

El tabú de ir al psicoanalista

Hoy en día parece ser que hay que convertirse en una súper persona. Todos tienen que ser fuertes, duros, capaces y auto-suficientes. Las soluciones mágicas y rápidas, como hamburguesas del Mc Donals están a la orden del día.
El otro día leía un blog de una persona que conozco y planteaba cosas interesantes. Pero justamente esa persona como la gran mayoría no confiesa casi nunca que va a un psicoanalista. Como si el admitirlo no sólo expusiera que “tiene algún problema” sino también por la reacción que generaría en los demás.
La típica frase, explícita o muda sería “tiene un problema”. La más drástica y con connotaciones ignorantes sería “está loco”. Pero todo esto me lleva a plantearme no sólo quien no lo dice, sino cómo reacciona la persona que tiene enfrente.
El rechazo del que escucha es casi automático. Como si se posicionara en el fantasioso deseo de “no tener ningún problema en su vida” y “no necesitar ayuda”.
Da la sensación que encontrarse frente a una persona que admite que tiene problemas y busca soluciones, crecimiento personal, explorarse y crecer, es como verse en un espejo que muestra las propias miserias tan intensamente maquilladas.
Como cuando la gorda ve a la flaca y automáticamente dice “es anoréxica” o “tonta” intentando borronear esa realidad que está frente a ella y que le plantea una posibilidad hasta ahora inalcanzable.
Hoy todo el mundo tiene que ser maravilloso, tanto que no hay que necesitar ayuda de nadie, ni de nada. Hay que ser “auto-suficiente”, eso es bueno, no hay que ser débil, ni mostrar ninguna carencia. Y menos que menos intentar mejorar las cosas que nos angustian, molestan o desagradan.
En todo caso tenemos los dos extremos. La gente que aparentemente maneja sus riquezas y miserias perfectamente, y los que se dedican a vivir comercializando sus pobrezas como moneda corriente e intentando vender la pena.
Dentro de este contexto la posibilidad del cambio es radicalmente difícil. En todo caso lo apropiado hoy en día es comprarse libros de auto-ayuda, sentirse totalmente identificado con el autor, y luego de leerlo volver a la misma realidad de siempre. Con esto la persona "siente" que está haciendo un "auto-análisis" y que podrá llegar a algún lugar con dicho "auto-tratamiento".Pues tengo malas noticias. El que manda es el inconsciente, la consciencia sólo ejecuta y justifica. Lo que entra por el consciente, será comprendido, aplicado u olvidado, según conveniencias del aparato psíquico.



El rechazo de las personas frente a quien está yendo a un psicoanalista es proporcional a las resistencias de la persona a ver sus propios problemas. Digamos que el mecanismo que protege al consciente, es como una pared laboriosa que mantiene encerrado en el inconsciente todo aquello que “no se debe ni puede ver”. Pero cuando aparece alguien que dice “sí hay algo ahí y no quiero tenerlo más”, las propias resistencias se activan y rechazan lo que tiene adelante como si fuera un reflejo de lo oculto en su inconsciente.
Es también comprensible este mecanismo, ya que por un lado existe el gran problema de vencer las propias resistencias para ir a buscar ayuda. Ella defiende como un tesoro aquello que nos genera angustia. Pero por otro lado también es cierto que con los pocos psicoanalistas que hay en España, no hay muchos lugares donde buscar una ayuda real y profesional, alimentando así la idea de “tener que vivir con lo que hay” colaborando con las resistencias para que todo siga en la misma angustiosa calma.
¿Por qué no se puede tener problemas?
¿Por qué no se puede buscar ayuda?
¿Por qué hay que ser perfecto e invencible?
¿No es acaso en la muerte en el único lugar que no hay problemas?
¿No será que negarlos, es morir un poco?
¿Es de sanos o de soberbios suponernos "sin problemas"?
¿Por qué nos vivimos quejando entonces y luego decimos "nooo! yo no tengo ningún problema, no necesito ayuda?
En definitiva, el que tiene problemas, angustias, dudas, puede encontrar ayuda y soluciones, pero el que se los “traga” los tiene dentro y está condenado a repetir en espiral una y otra vez las mismas escenas angustiosas. Digamos que es como cuando tenemos una muela picada. Nadie quiere ir a "sufrir" al dentista. Nadie quiere pasar por un proceso doloroso. Con lo cual nos tomamos una "pastillita" que nos calma el dolor hasta que se hace insoportable y sabemos que llego la hora de afrontar aquello que no se ve pero que duele.
Sergio Alonso Ramirez
Psicólogo Psicoanalista


2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho el post ... y además es muy cierto lo que dices, es tabú ... vergonzante ... cuando debería ser lo contrario.

    Tambien me ha gustado la imagen del post ... tanto que si no me dices lo contrario pienso usarla en un post parodia de los mecanismos de defensa ;)

    Volveré .. que se aprende mucho

    ResponderEliminar
  2. Muchas Gracias. La imagen está tomada de internet, con lo cual, es del mundo!! jeje.

    Saludos

    ResponderEliminar