"Hay algo que debéis entender de mi forma de trabajar. Cuando me necesitáis y no me queréis, debo quedarme. Cuando me queréis, pero ya no me necesitáis, debo irme... Es un poco triste, pero es así"- película: La niñera mágica.

(Sin embargo, a pesar de mi ausencia física, me tendréis allí donde me necesiten)


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29 de noviembre de 2013

La importancia del "Más allá" para el sujeto infante

Me decía hace poco un amigo que su padre le hablaba a la foto de su fallecida madre, pero que ella, a su vez, lo hacía con la foto de la suya cuando aún vivía.

Otra persona me contaba parte de su historia y cuando tenía 8 años le pregunto a la madre sobre la muerte. Ella sin mucho tacto ni perspicacia le dijo que no creía en nada. Simplemente que la persona se moría, se apagaba y ya.
Lo que la señora no pudo comprender fue lo que esto le provocó a su hijo...

Desde que somos sujetos, desde que simbolizamos, nos vemos reflejados en los otros, en el grupo, en la cultura. Pero también sabemos que existimos y ese saber está unido a un narcisismo muy marcado en el humano como tal. Toda cultura, en todas la épocas, sin importar la ubicación geográfica y temporal, no han renunciado a la idea de un "más allá". Es insoportable para el sujeto pensar en el vacío, en la nada, pero principalmente en "su nada" es decir la desaparición de su ser. Todo sujeto necesita, en especial el niño, pensarse en un más allá. Es irrelevante la veracidad del mismo, puede ser un más allá más místico, con un dios de barbas blancas, morena, en la reencarnación, en vivir como un espíritu o en "una aldea pitufa". El más allá, y la creencia como tal, calma al sujeto, le permite pensar que tendrá un futuro, que su vida no es un sin sentido, que su alma no perecerá sin más, que hay ángeles, demonios, energías o lo que fuere que le permita seguir viviendo.
En definitiva... ¿A quién le gustaría dejar de existir completamente?
La religión por otro lado nos promete el goce más absoluto, el amor eterno, el placer de los placeres, la perversión en su estado más puro pero a condición de una cosa... castrarse en esta vida, seguir las normas, las leyes, etc.

Una vez imagine una historia breve: "Un alma no es capaz de ir al cielo y volver a reencarnarse hasta que el último de los que lo conocieron lo hayan olvidado y deje de ser nombrado. Sólo en ese momento es libre de volver a tener una historia nueva y reencarnar.
Cuando el sujeto deja de ser mencionado es momento de volver a hacerse ver, a generar una historia, a tener un nombre que le de existencia."
Desde esa lógica fantástica los grandes personajes de la historia serían esclavos de la memoria de los otros. Pero lo cierto, es que tarde o temprano, todos los nombres se terminan olvidando de una u otra manera, las culturas pasan y todo vuelven a renacer.

¡Cómo somos lo sujetos!... sujetos por el narcisismo, el mismo que siempre necesita reflejarse en lo que sea, perpetuarse y al menos, si no tenemos a esos seres que necesitamos, saber que hablándole a ese papel con una imagen, podemos recrear eso que necesitamos del otro.

El chico que la madre le dijo que no había "nada", a pesar de sus 8 años, su narcisismo no le permitió comprender eso, y estimó que esa nada era un cuarto oscuro donde no pasaba nada, como cuando el padre lo encerraba en el baño sin luz para castigarlo. Le tenía terror al mismo, el que la madre le había transmitido desde su propia mirada. Así nació el miedo obsesivo a la muerte, a que algo cambie, porque lo que se va ya no vuelve, porque la vida ya no era un ir y venir de las cosas, sino un ir donde quedaba la más absoluta libertad, pero no la libertad de elección, sino la libertad del vacío, donde el sujeto no se puede reflejar en ninguna mirada, donde no puede descargar sus pulsiones, donde la angustia aparece para fagocitarse al niño en la más oscura soledad.

Los adultos no somos tan diferentes a ese niño, ellos al igual que nosotros necesitan poder articular un mundo donde se puedan reflejar, existir y perpetuarse en el tiempo. La falta de un más allá llevó a este niño, hoy adulto, a crearse un mundo impertérrito donde nada sucede, o al menos ese imposible pretendía.

Los niños no tienen todavía las herramientas psíquicas para ordenar el mundo como un adulto, necesita de la fábulas, de los cuentos de hadas, de los mitos de una cultura para poder resguardarse en ella, ya que fuera de la misma (cultura) no existen.

En todas las culturas, desde las más desarrolladas hasta las más primitivas, siempre hubo un más allá. Nunca podremos comprobar si existe o no a ciencia cierta, sin embargo podemos afirmar que tampoco lo podemos negar, cuestión que nos da la libertad de poder existir no sólo hoy, sino también "más allá" de los confines del tiempo, el cuerpo y el universo.

Pero como todo, dependerá en la adultez del sujeto qué es lo que pone cada uno en ese "más allá" en ese "Otro", si lo vive como apaciguador de su narcisismo o como demanda constante para no hacerse cago de lo propio. "Dios proveerá" es también una formula para que "el Otro" se haga cargo de mi falta. No es fácil asumirla, renunciar a aspectos de nuestros narcisismo para poder vivir una vida terrenal. Pero lo cierto es que no hay garantías de nada, necesitamos construirlas, suponer que mañana será igual que ayer para poder calmar la angustia existencial. Y aún así es preciso saber que todo puede suceder y a su vez que no podemos ser todo.

Sergio Alonso Ramirez
Psicólogo - Psicoanalista

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