"Hay algo que debéis entender de mi forma de trabajar. Cuando me necesitáis y no me queréis, debo quedarme. Cuando me queréis, pero ya no me necesitáis, debo irme... Es un poco triste, pero es así"- película: La niñera mágica.

(Sin embargo, a pesar de mi ausencia física, me tendréis allí donde me necesiten)


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27 de diciembre de 2013

Mi objeto de amor... Mi objeto de maltrato

Razón sin sentido
Jorge Matheus
www.jmatheus.es
El otro día iba caminando y veía un cartel que decía que si eras víctima del maltrato llames a un número. Y me pregunté:

¿Y si es maltratada/o por su jefe dónde llama?
¿Y si es maltratada/o por una ley que no le permite ni siquiera poder protestar a dónde llama?
¿A quién se queja la persona si en un país no hay inspecciones que regulen que el fuerte no se coma al débil? O peor aún, que si hay una denuncia se le anuncia a un empleador que tendrá una "inspección" en tal fecha tal que pueda arreglar las cosas.
¿Y un marginado?
¿Un travesti que no le dan trabajo?
¿Un sometido a un orden político?
¿Dónde llama un niño maltratado?

Y me pareció tragicómico que haya un teléfono para la "mujer maltratada" y que no haya un teléfono y todo un dispositivo para cuando somos todos maltratados de diferentes formas, desde lo personal, laboral, social, etc.

¿Dónde puede llamar una mujer que la está marginanda "legalmente" en un trabajo por haberse quedado embarazada?
¿Dónde llama un homosexual víctima de burlas aprobadas por el contexto?
¿Dónde llama el obrero que sólo le dan un casco y un arnés el día que viene la inspección?

Entonces la pregunta fue ¿Es también el maltrato producto de una sociedad donde el maltrato no sólo está permitido sino avalado? Justamente donde no hay malos jefes ni empresas sino sólo "malos compañeros", en especial aquellos que se revelan.

Sin embargo cuando uno busca estadísticas se percata que parece que el maltrato tiene que ver con algo más. Desde países muy "civilizados" y económicamente estables hasta países bajos con recursos comparten tasas de maltrato. Lo llamativo que algunos países con buena calidad de vida también tienen  tasas altas de maltrato.

Sin embargo, cada vez que pienso en el maltrato recuerdo, en los animales, al macho dominante que desde su lugar de fuerza coacciona al resto de hembras, inclusive si está de mal humor (como en los gorilas) puede llegar a maltratar.

Pero la pregunta sigue en pie ¿Hay factores que facilitan el maltrato? Y parece haber un factor común que se tiende a repetir: La vulnerabilidad.
Esto quizás nos remite al dicho que dice: "no se pisa a quien se quiere sino a quien se puede". Pero parece que en los humanos se mezcla el pisar con el "querer".

En todos los casos que he visto de maltrato éste nunca era nuevo. La vulnerabilidad de la víctima era histórica. Ese maltrato remitía a una serie de maltrato sociales, familiares y relacionales que había tenido en su historia. Ese espejo que le devuelve un maltrato es el que le devuelve una imagen... una imagen de lo que suponen que es el amor. Un amor que descarga ira.
En un artículo comentaban algo interesante, que la mujer maltratada tendía a ser más victimizada cuando no tenía sus propios ingresos y dependía del cónyuge. Es decir, aparece la vulnerabilidad por un lado. Una vulnerabilidad que evidentemente no nace de la noche a la mañana, es un lugar que ocupa esa persona y quizás genealógicamente lo vienen ocupando desde generaciones anteriores.

Pero por otro lado aparece también el maltratador. Y vuelve a mi mente la frase "no se pisa a quien uno quiere sino a quien uno puede". Parece que los dos miembros de la pareja se engarzan en una escena particular. Por un lado la persona que está ubicada en posición pasiva y que a su vez esta posición se va retroalimentando cada vez más con el terror. Pero por otra aparece el maltratador, que parece que en este caso toma a la) mujer como objeto de amor, pero no uno cualquiera, sino uno sin límites. Es decir, no sólo es objeto de satisfacción sino que es objeto de descarga. Para decirlo de otra manera, cuando unos se frustran rompen un plato, otros le dan un puñetazo a la pared. Sin embargo al maltratador se le juega esta imagen de amor/odio. Por momentos es su objeto de satisfacción amorosa, y por otros su objeto de satisfacción odiosa. Me hace acordar a esa imagen doble que se tiene de la madre, la imagen de Melanie Klein con la teta mala y la teta buena. La mamá buena que satisface y la mamá mala que se la odia porque no satisface y el nene "le pega".

Sin embargo ¿Qué es lo que frena ese golpe, o al menos impide que se perpetúe en el tiempo? La ley, aquello que llamamos en psicoanálisis como "el nombre del padre", esta ley que prohíbe esa descarga, que hace que "se aguante" y que muchas veces al faltar habilita el golpe, tanto de pequeño como de adulto.
Y casualmente, esta ley que observa y prohíbe aparece también en una sociedad. Algo que observé en las estadísticas es que justamente a partir de que se hacen, como si se abriese una puerta de golpe y se viera lo que pasa, comienzan a descender. Como si este "ver" y hacerse "escuchar" produce una reacción desde lo social y aparece en los medios como ley que desautoriza y le dice al maltratador "lo que haces no está bien y estás en mis estadísticas". Peculiar cambio que parece suceder a partir de cuantificar y publicar la noticia.
Sin embargo, esto me sigue planteando otra cuestión ¿qué es aquello que hace que el sujeto tome al otro como objeto de satisfacción y de descarga?
Para poderlo pensar, como habrán comprobado, tenemos que salir del maltrato entre parejas y pensar en el maltrato. Todos y cada uno de los maltratados tienen una peculiaridad, la vulnerabilidad real o simbólica frente al abusador.
¿Pero quién es el abusador? Nadie más que usted, yo y todos.

Hay dos aristas para intentar abordar esta cuestión:
Por un lado la pulsión de muerte. Esa pulsión destructora que nos lleva a la muerte, pero que en gran parte de la vida nos sirve como fuerza para destruir aquello que se impone en nuestro camino. Pulsión necesaria, en definitiva para vivir necesitamos destruir, masticar, cortar, abrirnos paso, etc.
Pero la segunda es ser sujetos. El sujeto tiene la capacidad de simbolizar, de verse reflejado en el otro, de saberse "uno" de tener un "yo" pero no  uno cualquiera, uno que viene desde la mirada del "otro". Entonces el otro es objeto de satisfacción propia. El otro nos da alimento, nos da placer, displacer, en definitiva... nos da. Entonces el otro también es susceptible de ser una herramienta, un objeto que me satisface.

Y es en estos dos componentes, donde cae la ley del padre, la ley que dice "respetaos" (respétense), donde barra al sujeto haciéndole saber que el otro nos es objeto puramente de satisfacción sino que hay un límite.
Es ahí, donde perdemos ese límite, donde el otro, en tanto no se  pueda defender, pasa de humano a cosa, cosa que me sirve para gozar. Total... es otro... pero nunca es otro, siempre es una imagen especular, y ese otro terminaremos siendo nosotros.
Y para un último ejemplo, piensen en cómo nos gusta lo barato, tener todo al alcance de las manos, todo fácil. Pero no hay nada gratis, ni siquiera barato, así como el maltratador, cada vez que nos satisfacemos otros están pagando el precio.
¡Claro que no nos gusta escuchar! ¡Que se joda el otro!
Pero después hablamos futilmente de derechos humanos, de ONG's (que en realidad surgen debido a una ausencia de derechos o de ley aplicada), de lo buenos que somos... ¿Realmente nos diferenciamos tanto de un maltratador?

Para responder a esto quizás tengamos que leer este reportaje sobre la esclavitud en China, y luego preguntarnos quien se beneficia de dicha esclavitud....


¿Hemos avanzado tanto en el individualismo y narcisismo que volveremos a la esclavitud en pos de una vida "llena de placeres”?

¿A qué número pueden llamar estos esclavos chinos?

Sergio Alonso Ramírez

Psicólogo - Psicoanalista 

Pd: En todo caso podemos pensar el abuso y el maltrato no solo en un genero, sino en sus múltiples formas, de padres a hijos, de hijos a padres, compañeros de trabajo, jefes, empleados, débiles, etc. Pero parece haber algo en común, la percepción de la debilidad de otro, y ésta actúa como imán del sadismo. 

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