"Hay algo que debéis entender de mi forma de trabajar. Cuando me necesitáis y no me queréis, debo quedarme. Cuando me queréis, pero ya no me necesitáis, debo irme... Es un poco triste, pero es así"- película: La niñera mágica.

(Sin embargo, a pesar de mi ausencia física, me tendréis allí donde me necesiten)


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26 de junio de 2014

El Tanguero y el Drag Queen.

El macho del tango y el Drag Queen son dos imágenes, a priori, antagónicas. Pero no todo lo que parece “es”.
En una charla con una colega navegamos por diferentes lugares subjetivos del sujeto y las identificaciones inconscientes.
Y llegó un momento donde aparecieron los Drags Queens. Y me comentaba un aspecto que podría hacer ver algo, pero como los recuerdos encubridores una lectura puede traer otra que se pueda interpretar diferente.

¿Qué es un Drag Queen?
Nadie mejor que el histórico Drag Queen que Rupaul para definirlo. Es un hombre, homosexual, que personifica una mujer. Pero no vistiéndose como tal solamente, es algo exagerado, sobredimensionado.

El Drag Queen aparece siempre como una diva. Y como tal se posiciona por sobre todas las mujeres. Su mirada no es cualquiera, ni su ropa, ni su actuar. Todo corresponde a la de una “femme fatal”. Desenfadada, fálica, atrevida, seductora y principalmente sobredimensionada. La perfección está a la orden del día. Me contaba Julia que en una de sus actuaciones mientras las mujeres se arreglaban en un rato, el Drag Queen estaba tres horas. El detalle no se puede dejar de lado, todo tiene que ser perfecto. De hecho en el programa Rupaul Drag Race (es un concurso) como hombres son chicos gays comunes y corrientes, pero a la hora de ser Drags Queens tienen que saber maquillar, cocer, combinar, desfilar y peinar. Es decir, no es algo que se toman a la ligera. Y aun pudiendo hacer todo eso, son juzgados por quien logra tener ese glamour fálico, eso rompedor, eso que gana entre todos los otros. Pero hay un detalle, no es entre "todos los otros” sino entre “todas las otras”.
Lo que me apuntaba Julia también es cierto, hay un desdén hacia la mujer, como algo que no llega a la altura. Este desdén también puede evocar en diferentes personas recuerdos de imágenes de sus las propias divas de sus familias que miraban con desdén a sus allegados. Algunos piensan que es una caricaturización de la mujer, una burla. Sin embargo yo veo exactamente lo contrario. No es una burla a la mujer, es un homenaje, pero no a “cualquiera”, sino a “su” mujer, la madre. Es una mirada de un niño, embelesado con esa madre, esa que se la mira admirada, adorada, amada. Es decir, sobredimensionada por la mirada de ese hijo. Puede ser la madre que se tuvo, que se pretendió tener, esa “Wonder Woman” (Mujer Maravilla) que adoraba el niño de pequeño soñando que era la madre todo poderosa, esa “Endora” de la serie "Hechizada" ("Bewitched") que no sólo es una diva sino encima tiene “poderes” y “hace todo lo que quiere”. Ese Drag no hace más que un homenaje donde se desdoblan las imágenes entre él y su objeto de amor. Ahí se pierde un poco el límite entre quien soy yo y quien es ella.  El nombre del padre, esa función que corta el Edipo con la madre, no funciona del todo, el sujeto se queda atrapado en un espejo con la madre. Sin embargo hay que hacer un inciso. Un león es muy lindo de ver mientras está lejos o detrás de los barrotes (función paterna) pero sí sé quitan los barrotes, esa misma imagen cobra otro sentido.  La única forma que no se lo devore en ese amor tan grande de madre (que a su vez es única e inmensa), es ocupando su lugar, es decir introyectándola. Es ahora esa mujer enorme, fantástica, perfecta, proveedora de todo. Esa mujer que está por encima de todas las mujeres, porque no es mujer prohibida, con lo cual se convierte en objeto de identificación como protección frente a la misma. Al imitarla, se la homenajea, pero a la vez se la frena, se puede ser tan fuerte “como ella”. En la representación se hace un símil de incorporación parcial, es un decir “mira la puedo imitar y manejar”.
De hecho en algunos casos, algunos Drag Queens confiesan que quieren cambiar de género, es decir, hacer una incorporación permanente de esa diva en sí mismos. Ahí la imagen de esa mujer ya toma por completo al sujeto, ya no se parece, ya no representa, ya es.
La Drag Queen es a nivel psíquico un caso interesante, porque no es un travesti que se viste sólo de mujer, sino que en los Drags aparece una diva, una mujer perfecta y poderosa.
Como dicen los homosexuales en Brasil cuando alguien hace algo que gusta -“¡¡poderosa!!”-. No hay un “poderoso”, como no lo hubo en el vínculo edípico, la poderosa lleva el artículo “LA”.

Desde este lugar, la única mujer válida, la única deseada, la única que se imita, es la madre (y todas las poderosas que la representan). Ella es perfecta y todas las demás son imperfectas. Como decía Freud: En un momento el niño supone que sólo le falta el pene a las mujeres malas o que no les creció, pero su madre sí lo tiene. Aquí aparece el tema del falo. A la madre no le falta, a tal punto que los Drags la encarnan y lo fálico aparece no en el pene en sí, sino en el sobredimensionamiento de los aspectos y atributos femeninos (Se encarna una mujer “única”).También puede aparecer sentimientos encontrados de una mujer frente a las drags en tanto mujeres fálicas, tanto de rechazo como de atracción (ya la mujer fálica aparece en la historia de muchos).

Pero ojo, no nos confundamos los ropajes con los mensajes. El Drag no es el único que hace esta escenificación de la mujer perfecta, la que no pasa por la castración. El tanguero, desde su extrema masculinidad dice lo mismo en las letras de sus tangos “Todas las mujeres son putas, menos la madre” (y la  hermana como mujer prohibida y asociada a la madre). La mujer es fuente de decepción, de nostalgia (melancolía), de angustia, pero la única que lo termina satisfaciendo realmente es la madre (a quien vive evocando y extrañando). Esa que es una “santa” la que parece que no entra en categoría de “mujer”. La madre, desde otro tipo de discurso generacional, también es una diva, una pobre diva sufrida de la que no hay igual. Aparece una fijación melancólica hacia la madre, un goce que hace que mientras todas no sean tan buenas, él puede seguir soñándose como un niño sin amenaza de perder su falo ya que está en esa etapa pre-edípica. Así como lo que expresa la Drag Queen con respecto a la suya.
Las dos madres no son mujeres que pierden el falo, son las “únicas” que pueden satisfacerlos (ergo fálicas), tanto al tanguero como a la Drag, y las otras… son restos.
La diferencia es que uno, el tanguero, no se puede quedar con la madre, algo del orden de la prohibición operó, y tiene que buscarse otra que lo mal satisfaga y justificar su goce melancólico. Sin embargo, dije “algo”, porque ninguna lo logra. Queda preso de esa mirada infantil hacia la madre. Mirada que reduce a las otras como mujeres que decepcionan. Y lo mismo hace el Drag Queen, lo que pasa que él ni siquiera se prohíbe la misma, sino que se convierte en objeto de identificación como protección a quedar devorado.

Recordemos que el tango fue un baile que empezó sólo entre hombres. Representaba las luchas entre ellos, con cuchillo, era una cuestión “sólo de ellos”, y luego, recién luego, se incorpora la mujer.

Así es que el tanguero y el Drag se asimilan más de lo que parece. Los dos enaltecen a la mujer, pero a una en particular. Los dos manejan la angustia y el deseo a su manera, uno en una búsqueda imposible (el tanguero), que lo angustia y libera, el otro encarnándola en sí mismo que es una forma de poder existir frente a semejante diosa, que en tanto la representa, evita verla como mujer sin falo (como el tanguero en la melancolía) y tampoco la posibilidad de perderlo él.   


Sergio Alonso Ramírez

Psicólogo Psicoanalista.  

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