"Hay algo que debéis entender de mi forma de trabajar. Cuando me necesitáis y no me queréis, debo quedarme. Cuando me queréis, pero ya no me necesitáis, debo irme... Es un poco triste, pero es así"- película: La niñera mágica.

(Sin embargo, a pesar de mi ausencia física, me tendréis allí donde me necesiten)


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3 de junio de 2014

Lo bueno de la(s) Crisis

Artista: Arthur Fast
web: http://arturfast.blogspot.com.es/2014/05/funny-boy-have-funny-fun.html?m=1

A partir de leer "Me siento perdido" (de Luis Martinez de Prado) me quedé reflexionando sobre la otra cara peculiar de las crisis... Y en definitiva si sirven para algo, no? Aquí se los dejo: 

Hay algo que podemos ver en las crisis. El sujeto se queda sin sostén para sus síntomas.
En lo personal la gente puede vivir mucho tiempo sintomáticamente. Es decir, un síntoma no suele ser motivo de ningún cambio, en tanto y en cuanto el síntoma se sostenga no hay inconveniente. El problema en todo sistema es cuando el síntoma no funciona más. Es decir: el parche de la llanta permite que siga funcionando, el ritual del obsesivo, las relaciones inservibles de la histérica, ocupar siempre el lugar de “la otra” y nunca tener su hombre o mujer, refugiarse en las fauces de la pareja, etc. Todo ello puede generar un monto de angustia, pero no por ello dejar de ser funcional. Es como la silla de mi amigo, la tenía hecha pedazos gracias a las afiladas uñas de sus gatos que se restregaban en el cuero de la misma para ser afiladas. Sin embargo, a pesar del mal estado de la misma, no se cambiaba. A pesar de que visualmente no producía un agrado imponente, también se habían acostumbrado tanto él como su pareja a ver esa silla medio derruida.
¿Pero por qué no la cambian? Se podrían preguntar. Simplemente porque a pesar de la miseria de la misma, les seguía sirviendo, no tenían que pensar en gastar dinero, en tener que ir a buscarla, armarla, etc.

Pero entonces… ¿Cómo es que decidió cambiarla? Porque simplemente se rompió una pata. Ahora tenía dos problemas, todo aquello que le servía, ya no le sirve, y aun así tenía que hacer todo lo que estaba evitando para tener una nueva silla.
Esto mismo pasa con los síntomas. Sirven, el problema es cuando no se pueden sostener.

Me escriben a menudo mucha gente por la conferencia de “La crisis de los treinta”, y se lee entre líneas que en la palabra crisis intentan depositar la palabra “pasajera y temporal”. Como suponiendo que tanto el tiempo como el viento les traerán soluciones. Las crisis son como la pata rota de la silla de mi amigo, son un quiebra, un crack, la gota que colmó el vaso y denuncia que está lleno, el globo que explota y no vuele a ser el mismo.
Sin embargo el sujeto no quiere abandonar bajo ningún concepto su circuito de goce, eso que hace que pueda seguir emparchado y no “cambiar la rueda”, “la silla”, “la pareja”, “el trabajo” “los estudios”, “su falta de independencia”, “su irresponsabilidad” o lo que fuere que le sucede (obviamente a nivel inconsciente). Entonces pedirá a gritos volver a tener lo que tuvo, porque ese escenario le permite seguir funcionando de esa forma particular. Vamos - y para que lo tengan claro - a nadie le molesta las caries, sino el dolor de cuando se inflama el nervio.
Pero aparece la crisis y ya se rompió algo, el sujeto no puede seguir igual, ya ahora está obligado a continuar hacia adelante. Pero a la vez sucede algo particular: Se libera, con angustia, de sus ataduras, de sus parches y tiene la posibilidad de volver a elegir.
Es paradójico esto de la liberación con angustia ¿no?, pero es así. Hay un saber no sabido que emerge en forma de síntomas. Como esas pequeñas muestras de infidelidad que un cónyuge deja a la vista para que se inicie el proceso de separación. La cual le angustia, pero en lo recóndito de su alma sabe que no quiere seguir en esa relación.

Entonces, las crisis traen algo más que la pérdida de un escenario, sino también la liberación del mismo y la posibilidad de crear uno nuevo.
En la situación actual española aparecen cosas curiosas. Muchas personas si bien no pueden sostenerse de la manera que lo hacían, la crisis los impulsó a hacer lo que realmente querían.

¿Cómo es esto?

Les cuento una historia real (pero con nombres alterados). Gabriel es un buen chico, criado en la tranquilidad de un pueblo y también sobreprotegido. Cuando se viene a Madrid se queda con sus dos hermanos en un piso del cual son los padres propietarios del mismo. Es decir desde los 17 años tiene piso gratis y sólo tiene que pagar gastos (compartidos con sus dos hermanos). Con lo cual con un trabajo cualquiera le sobraba para darse la gran vida. Cuando a los 24 años lo interrogo sobre lo que hace, me dice que está de teleoperador. ¡Pero!... siempre hay un pero, tenía la habilidad y el don del arte del dibujo. Una frase me quedó grabada de aquella charla “Es que nunca termino los dibujos”. Los años y la experiencia contestaron el por qué. Simplemente estaba muy cómodo. Él solo se preocupaba de tener un trabajo sencillo, part-time y disfrutar de la vida. No había porque plantearse nada mientras estaba “bien”. De hecho lo llegaron a ascender en su trabajo y fue supervisor. Sin embargo las tornas se fueron dando vuelta y la cosa se puso fea en su trabajo. Y finalmente quedó desempleado. Se puso en pareja y luego de años se fueron a vivir juntos. Sin embargo estaba sin trabajo y sin terminar sus dibujos. Se pone a buscar y se dio cuenta que no tenía ninguna formación para acceder a ningún trabajo interesante o al menos, cómodo (para él). De hecho consiguió trabajo en una tienda de móviles donde el jefe los explota, es injusto y se aprovecha todo el tiempo. Y luego de todos estos 6 años de experiencia y juntándose con su crisis de los 30’s se dio cuenta de algo: “Con su existencia no era suficiente”. Y de golpe entendió porque sí tenía que finalizar sus dibujos.
Esta situación impulsada por la crisis económica le hizo ver que siempre uno se va a encontrar con piedras en el camino, pero las del camino que uno no eligió se viven como mucho más grandes.
Hizo un curso de aerografía y con diferentes métodos está empleando su Don y su arte en diferentes salidas económicas. Ahora ya no habla sólo del fin de semana, sino de sus proyectos, contactos, cosas que quiere hacer, lo que necesita, etc. Ahora termina sus dibujos, los hace su medio de vida.
Y así es como las crisis, las personales y las económicas, también pueden traer un cambio de rumbo, porque a pesar de ser como terremotos, también pueden destruir las cadenas que a algunos los tienen atrapados (incluidas las cadenas de la comodidad).
La crisis traen un espejo no tan agradable, y a veces muestra reflejos más angustiantes, pero la angustia sirve a su vez como motor de movilización y de cambio.

Pero claro… no todos los casos son iguales, hay de muchas formas y colores…

Sergio Alonso Ramírez

Psicólogo Psicoanalista

4 comentarios:

  1. ¿Por qué esta entrada no tendrá tantos comentarios como la de la crisis de los 30? Lo que queda claro es que es según cada uno será o hacer o parar de hacer para virar y hacer otra cosa. Y apechugar que no se puede todo en la vida, pero se puede ser feliz con lo que se logra. ¿Es algo así?

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    1. Es muy interesante la pregunta que propones. Quizás podemos pensar que la angustia tira tanto como la repetición y en este post justo habla de re-inventarse. Creo que se puede ser feliz con lo que se logra, en tanto y en cuanto lo que se logra tiene que ver con el deseo real de un sujeto y no con lo que se "compra que da la felicidad". Ahí quizás radica un poco la diferencia, en la sinceridad y autenticidad del sujeto consigo mismo. Y esto es todo un tema, porque no siempre el sujeto se anima a conocerse, sino que está atrapado en una serie de compromisos del otro y quizás lo que entiende por felicidad es la compensación de sus situación, pero no salir de ella.

      Saludos!

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