Igor Morski http://www.igor.morski.pl/ A medida que avanzamos en el tiempo otras corrientes científicas van “descubriendo” aquello que Freud empezó a enunciar hace más de un siglo: “Que la psique se posiciona en el cuerpo”. Es decir que no hay una diferencia tan grande entre psique y soma (cuerpo). Los estados de ánimo y psíquicos pueden ayudar a generar una enfermedad, potenciarla, hacerla mortal, o utilizarla como vía de expresión. |
Una
persona puede tener una gastritis y ciertas cuestiones del orden psíquico
pueden utilizar esa vía para descargar y así transformarse en una úlcera por
ejemplo (siempre a nivel inconsciente).
Pero
vamos más allá y hablamos de cuando se desencadenan enfermedades que están
íntimamente vinculadas con estados psíquicos. El cuerpo tiene una serie de
formas de defenderse de agentes que están a nuestro alrededor. Unos cuerpos más
deprimidos enferman y otros no. Pero muchas veces esos cuerpos están deprimidos
porque su sistema se está defendiendo y/u ocupando de un desgaste psíquico
importante de la persona (obsesiones, estados de alienación, alteraciones del
cuerpo como descarga, relaciones
tóxicas, etc.). Y ahí es donde aparece una doble problemática, porque la
enfermedad no aparece como el principio de algo, sino como la gota que desborda
el vaso y se derrama. Entonces la tendencia defensiva del sujeto es pensar en
la gota, pero el problema es que hay un vaso lleno y una fuga que no cesa de
gotear. Ahora el cuerpo no es depositario de la psique, “es la psique en sí, hecha carne”.
Cuando
nos adentramos en la historia de los sujetos encontramos que la enfermedad, en
muchos casos, no aparece como problema, sino como solución. El sujeto puede
quedar atrapado en su propia tela araña sintomática que fue construyendo y
pudiendo sostener a través de los años. Ahora se encuentra atrapada en una
situación particular en el trabajo, con la familia construida, heredada o relaciones
próximas, contexto, etc. Es decir llega un momento que queda tan
presa de un lugar subjetivo que no logra salir.
Para
entenderlo fácilmente lo podemos pensar así. Una persona se comporta en general
como una mosca cuando quiere salir por una ventana que está cerrada. Se da de
bruces una y otra vez contra el vidrio sin plantearse que si se moviese un poco
encontraría una parte entreabierta para poder salir. El sujeto hace lo mismo.
Se queda atrapado en una escena que no logra concretar, entonces la vuelve a
repetir suponiendo que el problema son los actores, el decorado o lo que fuese
de “afuera”. Lo que no puede ver es que repite es una escena que terminó mal y
al repetirla sin cesar nunca termina de cambiar el guion completamente.
Llegamos
al momento donde ni siquiera esta escena la llega a satisfacer pero no sabe
quién es fuera de la misma. No puede ni
tuvo el lugar de poder subjetivarse de otra forma, pensarse diferente… ¿Cómo
puede escapar de ese sueño vuelto pesadilla? Pues enfermando. Desarrollando
algo que ya tenía, o no pudiendo “repeler algo de afuera”.
Ahora
el sujeto ya no necesita decir que no a todos los otros integrantes de su
escena. No podía antes, pero ahora hay un arma infalible: “no es que no quiera,
es que no puedo” (es “superior” a mi).
Ahora puede poner un límite entre aquello de lo cual no podía zafarse de
“su realidad” y su propia persona. La relación con la enfermedad es de
compromiso en tanto ayuda a la persona temporalmente a separarse de lo que
realmente la enferma (una realidad insostenible).
Sin
embargo no es lo único. Porque no enferma por mala o por solamente no saber
decir que no. El problema es que la persona, como se ve en la consulta, si dice
“no” a la enfermedad tiene otro problema peor: ¿Cómo volver a aquello
de lo cual escaparía con la enfermedad? Aparece el agujero negro angustiante de
entenderse diferente. Eso no se tejió, no se pensó, no se elaboró. Es ahí donde
entra en juego el análisis donde la persona no sólo trae su historia sino en el
propio discurso empieza a tener una posición diferente, protagónica, y a su vez
elaborar lo que quedó perdido. Empieza a ver(se) desde otra perspectiva, a
subjetivarse diferente.
Pero
antes que esto suceda, está la gran conflictiva. No le gusta su realidad, no
sabe cómo tener otra, son demasiadas cosas de su historia y su forma particular
de gozar (inconscientemente) que la atan a esa construcción.
Y
ahora entendemos el título de este escrito, en una pregunta que le hice a una
persona hace poco:
- “Tu
problema no parece el tratamiento para curarte, ni siquiera el dinero ¡ojalá
fuese sólo eso! la pregunta real es: ¿Para qué curarse?” -
Porque
no nos dejemos engañar por lo superficial. Si el sujeto se cura, tiene que
volver donde se angustia. Entonces ahora se queda atrapado en dos cuestiones
angustiosas, la enfermedad que libera y la salud (entendida como su realidad)
que enferma.
Una
dicotomía nada fácil para el sujeto.
El
sujeto no quiere curarse las heridas para no volver a recibir latigazos, pero
tampoco se logra entender como una persona fuera de ellos.
La
cura no es sólo del cuerpo, sino que está vinculada a la relación subjetiva de
la persona con sí misma y su mundo.
Sergio
Alonso Ramírez
Psicólogo
Psicoanalista
Así es,lo digo por experiencia. Que placer seguir tu trabajo. ¡Gracias!
ResponderEliminarSimple y complejo al mismo tiempo, enfermar sigue siendo una elección (inconsciente) y pone en juego al sujeto!! Me encantó!!!
ResponderEliminarMe identifico 100%. La enfermedad con su tratamiento fue de algún modo para mí una pausa (me podría haber buscado otra forma no?) a una situación/problemas que me ahogaban literalmente.
ResponderEliminarY ahora, en lugar de estar feliz y debería estarlo de momento, siento que los problemas han estado todo este tiempo haciendo fierros en el gimnasio para volver recargados.
Tal vez sea sólo una coincidencia, pero no quiero seguir como la mosca contra el vidrio.
Me encanta leer tus textos.
Gracias