Normalmente no nos paramos a pensar que el bienestar de la mayoría de las relaciones tiene que ver con la cantidad de tiempo y privacidad que mantenemos con los demás. Es más fácil llevar mejores relaciones con quienes compartimos tiempos más limitados, exceptuando cuando hay “intimidad”, ya sea con pareja, hijos o conviviventes con quien la tenemos.
Si nos paramos a reflexionar, con pocas personas tenemos mucho tiempo de interacción, sino más bien temporal y encuadrado en contextos. Incluso en el ámbito laboral son una cantidad de horas al día y aún así hay más posibilidad de roces a mayor interacción.
Es decir, no nos es tan fácil como creemos llevarnos bien con el “otro”, con nuestro semejante.
De ahí podemos pensar en la frase “si quieres perder a un amigo/a vete a vivir con él/ella” o la frase más célebre “convivir no es tan fácil”.
Si bien en nuestras mentes pensamos que nos sería fácil (en definitiva somos seres sociales) en la práctica no. En mayor o menos medida nos puede gustar, necesitar o encantar el encuentro con el otro, pero durante un tiempo limitado y encuadrado en contextos específicos. Hay atenuantes como circunstancias, edades, caracteres, etc. Pero la “intimidad” no es algo tan fácil como nos gusta creer.
Incluso las visitas tienen un tiempo donde nos gustan y si se pasan de cierto límite no dicho, ya empieza un escozor.
Creo que una de las cosas que influyen es justamente que al otro, como siempre decimos, lo completamos con lo que fantaseamos y a más podemos interactuar más podemos descubrir aquello que nos aleja.
Paradójico ¿no? Nos buscamos en el otro pero no tanto.
Sin embargo hay relaciones que rompen con lo dicho: las parejas. En esa intimidad, que también está mediada por el tiempo que los separa y los contextos, parece ser que podemos acomodarnos un poco mejor.
No faltarán los comienzos de las vacaciones con peleas y discusiones, fruto de un cambio de escenarios y tiempos que traen a la luz cuestiones antes ocultas. Pero ahí nos adaptamos, parece ser que a pesar de todo, nuestra psique así como no soporta tanto al otro hace de tripas corazón para poder estar con quienes quiere y más o menos aguanta.
Quizás tenga que ver con las famosas pulsiones de Freud y la libido que siempre busca satisfacerse y si no la de muerte elimina a quién o qué lo impida. Y cuando estamos mucho con alguien en algún momento se convierte en quién lo impide, no sólo la satisfacción pulsional, sino esa identificación que siempre buscamos con el otro en donde la diferencia tanto nos molesta. De ahí que con un poco de muchos cada cual se hace un mundo más o menos soportable y a al vez más o menos ideal.
Sergio Esteban Alonso
Psicólogo Psicoanalista