"Hay algo que debéis entender de mi forma de trabajar. Cuando me necesitáis y no me queréis, debo quedarme. Cuando me queréis, pero ya no me necesitáis, debo irme... Es un poco triste, pero es así"- película: La niñera mágica.

(Sin embargo, a pesar de mi ausencia física, me tendréis allí donde me necesiten)


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25 de mayo de 2008

¿Se nace o se hace?

Darwin trajo al mundo una teoría muy contraproducente para muchas corrientes de pensamiento, pero a la vez con una lógica un tanto devastadora. La teoría del evolucionismo.
Lo que cuenta Darwin en su teoría es algo tan lógico y simple que se las comentaré en breve por si alguno la desconoce:
Simplemente lo que dice es que cualquier especie, en algún momento, nace uno con alguna alteración genética. Dicha alteración lo que puede generar es que en realidad se adapte mejor al medio en el que vive. Con lo cual se reproducirá mas fácilmente y tendrá descendencia fértil y a lo largo de los siglos primará esta última sobre las anteriores (en el caso que dicha alteración sea adaptativa).
El ejemplo que se da es el de las pollillas en la época de la revolución industrial. En aquella época eran blancas, pero con el hollín, las paredes dejaron de ser blancas, y ellas se convirtieron en el blanco fácil de los pájaros. Pero alguna nacía más oscura. Antes, cuando las paredes eran más blancas, estas morían rápidamente pero con este cambio eran las que se camuflaban mejor, por ende las más aptas (no más fuertes) para sobrevivir.
Y vino a mi cabeza la pregunta sobre lo que puede modificar la conducta de una persona. Y justamente en mi argumento aparecían cosas tan básicas como el clima. Fíjense ustedes que el hecho de que haya frio implica que los humanos estemos condicionados a utilizar abrigos para protegernos del mismo. Y si a éste  le sumamos que llueva nos obligaría inclusive a tener que llevar un artilugio para que el agua no nos moje, es decir, un paraguas.
Un trabajo nos pone la tesitura de tener que ir bien acicalados, con un estilo de ropa específico y seleccionar de nuestro repertorio de palabras y costumbres las adecuadas para poder “encajar” dentro de ese marco sub-cultural (por definirlo de alguna manera).
Inclusive el hecho de encontrarse frente a otra persona trae consigo diferentes tipos de condicionamientos para poder ponernos en contacto con la misma o mantener una charla. Y dentro de este marco, entran muchas cosas como el deseo, por ejemplo: ¿Qué es lo que pretendo de este vínculo que se ha generado? Quizás solo quiero excitar al otro, o que me preste su atención para contarle algo mío, sorprender, agradar, desagradar, etc.
No sólo el medio que nos rodea nos condiciona y hace que mute nuestros hábitos, costumbres y maneras, sino también el encuentro con otro.
Convengamos que este tipo de discurso no lo podría mantener en una cancha de fútbol o enfrente a alguien con quien pretenda tener relaciones sexuales porque en el primer caso posiblemente terminaría linchado o ignorado, y en el segundo podría terminar ignorado pero porque el candidato estaría durmiendo.
El discurso, el habla, las formas que tenemos de expresarse, están indefectiblemente condicionadas por el receptor, es decir, el otro; ya que sin este, no existiría dicho discurso.
Con lo cual vivimos en un mundo que nos modifica constantemente, sin cesar y a cada segundo.
Sin embargo hay gente que aún se pregunta: ¿Se nace o se hace? Como si de un plumazo pudiésemos borrar completamente la historia de una persona, las miles de modificaciones, alteraciones, interacciones sufridas en su vida, y suponer que por un acto innato o mágico la persona ya está completamente predestinada a lo que es en la actualidad.
Y se me ocurrió algo interesante. Que vivimos no solo siendo modificados sino que vivimos sobre lo modificado. ¿Acaso alguien vio colgar un teclado de ordenador (computadora) de un árbol como si fuera fruto del mismo?
Seria como pretender que en vez de estar sentado en un sofá de piel, estuviésemos sentados sobre un tronco caído con una vaca encima, y nosotros encima de ella.
De naturales poco tenemos, si tomamos como natural aquello que no se modifica. Quizás lo que se pueda llegar a salvar de tantas modificaciones sea la comida, aunque hoy en día no estaría tan seguro…
Todo lo que tocamos es una mutación de otra cosa. Un bolígrafo tiene plástico, tinta, metal, etc. Ahora imagínense la cantidad de piezas que tiene el monitor donde están leyendo ahora este escrito, y que cada una es una alteración de un producto en bruto, y luego procesado, y todo esto nos lleva a este monitor.
Pues aquellos que se preguntan que si nacemos o nos hacemos quizás tendríamos que pensar si una silla de madera nace o se hace. Lo que nace es el producto bruto. Somos como ese pedazo de madera que proviene de diferentes tipos de árboles, con sus texturas, formas durezas y que a su vez tampoco escapan a las alteraciones climatológicas, animalejos, riqueza del suelo en el cual se nutrió y recién después tenemos solo un pedazo de tronco.
Eso nacemos… nacemos un pedazo de tronco que ya ha sufrido millones de mutaciones a través de sus antecesores y que a pesar de ello, tendrá que seguir alterándose a lo largo de su vida para poder sobrevivir, crecer, mutar y finalmente transformarse en polvo.
Todo esto es una forma de contestar a mucha gente que pregunta: ¿He nacido así o me he hecho (o han hecho) así?
Como los árboles, provenimos de cierto tipo de madera con ciertas características, pero solo eso. Luego entrarán miles de factores que le den forma a ese pedazo de tronco.
Quizás lo llamativo es la pregunta en si misma. Como si suponiendo que han “nacido así” nadie tuviera la culpa de lo que son, inclusive la persona misma que lo pregunta.
En general cuando se genera esa pregunta lo interesante es saber sobre qué pregunta y preguntar a quién protege y quién culpa… El destino, a si mismo o a su historia…
Y no sólo somos algo que se va creando, sino que somos aquello que nos definimos, tanto para nosotros mismos como para los demás. Somos un montón de palabras encadenadas, que hacen que nos expresemos de un modo, que hablemos de una forma particular, que a su vez nos estructura. Somo un discurso, que como dije antes, se entrelaza con el discuso de el otro semejante que tenemos delante nuestro y que nos sirve de espejo.
Soy esto, eres aquello, siento tal o cual, te quiero, te odio, ámame... Somos en definitiva una cadena de significantes (palabras) con un significado peculiar. Y visto desde este punto de vista, inclusive antes de nacer, ya somos el deseo de otro, somos el anelo de alguien que nos quiere tener para algo y nos nombra, nos pone un nombre, y no uno cualquiera, sino uno que le signifique algo particular a esa persona, que le remita a otro ser lleno de significantes y que en nuestra concepción nos dan nuestra primer palabra, el nombre.

Nacemos porque ya somos el producto de un deseo de otro.

Sergio Alonso Ramirez
Psicoanalista



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