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Artista: Alexander Jansson blog: http://alexanderjansson.blogspot.com.es/ |
El humano, siempre ombligo del universo, recibió tres
puñetazos a su ego. Primero le dijeron que no era el centro del universo, sino
que era “uno más”. En segundo lugar le dijeron que no era una raza única y
especial venida de los cielos y creada por los dioses, sino que era parte de un
proceso evolutivo aleatorio y que se desvió de un camino del mono, salió bien y
así apareció. Y el último puñetazo lo trae el psicoanálisis cuando le dice que
ni si siquiera es dueño de sus actos, sino que son deseos inconscientes
justificados por el consciente.
Freud lo comienza comprobando con hechos sencillos. Luego de
una hipnosis le pedía a un paciente que hiciese algo, pero que no tenía mayor
lógica, como abrir un paraguas dentro de una casa. Y se encuentra con algo
maravilloso: la respuesta. Ésta era una justificación más o menos sostenible de
algo que no sabía ni por qué lo había hecho pero que el “yo” necesitaba
apropiarse y justificar.
De ahí que los silencios, las ausencias de respuestas
pre-programadas son tan valoradas en un análisis, porque es donde el sujeto se
encuentra un vacío en su discurso, pero el mismo que abre la compuerta a otros.
Muchos creen que estas cuestiones son complejas de ver, sin
embargo las vemos cotidianamente y no tomamos cuenta de ello, quizás la
dificultad radica en que no sabemos bien cómo manejarlo o a qué responde.
El otro día aparece un programa donde ponen una pareja
desnuda en una isla. Están allí para ver si se enamorarán. El primer día ella
lo ve con buenos ojos, con ilusión, con posibilidades. Se deja seducir, se
muestra receptiva, sus miradas tienen tonos cálidos. Por otro lado está él
sintiéndose muy masculino, afortunado y con cierto orgullo de “ver” que va a
pasar con aquella belleza. Él sabe que fuera de la isla no tendría tantas
posibilidades, pero allí están “aislados” y él comienza a fantasearse a través
de esa relación.
Sin embargo algo cambia, al día siguiente aparece otro
concursante, con mejor cuerpo y más apetecible a los ojos de ella. Y se ajusta
más a los cánones que tiene. Y todo cambia. Los beneplácitos de su actitud para
con el primero se trasladan rápidamente al nuevo concursante y con el antiguo
la seducción pasa a la indiferencia, el dejarse conquistar a atajar los
infructuosos e inútiles intentos y los tonos de su mirada se tiñen de colores
gélidos. Y él que tenía cierta altivez y seguridad pasa a buscarla, a competir
con el otro, a no ser el deseado.
Lo interesante de todo esto son los argumentos y como el
consciente intenta encontrar formas protocolares de compromiso para no decir la
verdad “este me gusta más”. Ante esto aparecen discursos del tiempo, de la
amistad, de los celos, de las malas intenciones, de la agresión, etc. Donde
antes había un Romeo ahora hay un agresor, donde había un hombre conquistador ahora
hay un machista acosador. Antes él era el hombre de su vida, ahora “bueno… es
que es muy pronto”.
El yo del sujeto es una pobre instancia que debe lidiar con
la realidad, con las exigencias superyóicas y las inconscientes. Ante todo eso
construye aquello que le puede parecer más o menos lógico, más o menos creíble
pero seguramente una mentira. De ahí que los analistas decimos que el sujeto
miente, no porque sea su intención, sino porque no puede decir la verdad.
Ella se opera, adelgaza, va al gimnasio, se maquilla, lee
todos los horóscopos, intenta parecer eso que le dijeron que es apetecible, se
pone nerviosa frente a un hombre que le gusta, y de tan nerviosa que se pone y
su puesta en acto, el otro huye. Y no puede decir su verdad “tengo miedo que no
me quiera nadie”. Y como si fuese una profecía auto-cumplida se retroalimenta
el circuito. Y así pasan los años de su vida, repitiendo hasta que un día, al
explotar y comenzar un análisis, puede
hablar de porque nadie la va a querer y quien fue quien sintió que no la
deseaba…
Lo vemos en los allegados que aseveran lo que sabemos que
nunca harán y que justamente su afirmación es la mentirá en sí y que mientras
siga aseverando su verdad será una farsa. El sujeto no puede admitir aquello
que le impulsa, apresado en su yo, justifica, porque cuando habla, no es que se
libera, si no que ahora tiene que ver qué hace con aquello que no sabía manejar
de antaño. Ese hijo que no se mueve, que perversea, que no quiere hacer nada,
que roba, que nunca consigue trabajo y los padres, que saben lo que hay, lo
niegan, se lo niegan y se convencen que esta vez, el curso, lo hará y no se
quedará con el dinero de la inscripción y mentirá. Pero ellos tampoco quieren
saber de castrarse a sí mismos, de poner un límite, uno que a su vez los define
a ellos y a su hijo. Y como no pueden sostenerse separados, se quedan pegados
unos a otros en la ausencia de límites justificados en una parodia que ya nadie
cree más que sus protagonistas.
El que reniega de sí mismo, de sus penas, que se ajusta a un
modelo prefabricado de sujeto social donde no hay problemas, donde es único
pero hace lo mismo que todos, inclusive tomar las mismas pastillas para ser
“iguales” y escuchar y repetirse a sí mismos que son “únicos y maravillosos”… Y
luego te habla de cifras, de maravillas de la pastilla, de cursos de
auto-ayuda, etc, etc… Pero no puede decir el por qué.
La sociedad actual ha colaborado y colabora mucho en no
preguntar más el porqué de nada. Ahora todo vuelve a Dios, llamado genética,
fármacos, herencia, agentes patógenos externos, etc., etc. Tenemos un
supermercado sociológico para poder justificar cualquier cosa, para alienarnos
con el contexto y para protestar contra quien queramos. Pero no encontramos
lugar para poder preguntarnos qué nos pasa, no nos acostamos en un diván para
poder entendernos y sabernos diferentes, quizás no tan maravillosos como le
quieren vender a un ego infantil, pero sí alguien que hace algo.
Freud descubre que el consciente justifica, y la sociedad
encontró un buen negocio en ello, olvidarse del
propio sujeto como actor de su
vida y de sus consecuencias.
Sergio Alonso Ramírez
Psicólogo Psicoanalista
Me tomo el atrevimiento de incorporar una pequeña reflexión que vino a mi hace un tiempo: Lo paradójico en este mundo en exceso proveedor (el mundo donde habita el ideal del yo), es que intentas tenerlo todo, volviéndote así más incompleto...
ResponderEliminarGracias Sergio por tus aportes!!
Eliana Cabrera Carro