En la vida psíquica, a los sujetos no les gustan los
remitentes. Los mimos son lo que hacen que las cartas puedan volver a quien las
envió y que de golpe, como si de un espejo se tratase, tengan que leer sus
propias palabras destinadas a otro. Palabras que ahora se encuentran fuera de sí mismo, que se pueden soportar porque se depositan en otro. Como el que tiene
culpa y necesita “confesarse” para que el otro soporte su acto y el recibir un
castigo externo que siempre será menor que el interno.
Hablábamos con una médica sobre este tema. Lo difícil que es
dar un diagnóstico, un significante, pero no uno que etiqueta, sino uno que revela
algo que estaba todo el tiempo ahí y no se quería ver. El sujeto, pide una
ayuda, pero no es necesariamente para hacerse cargo de algo propio, sino como
en la carta, para lanzar eso al otro. Y ese otro devuelve, como si al remitente
volviese, una palabra, un diagnóstico, y a pesar que es algo que vive, que es
evidente, tangible y obvio dice “¡No! No estoy de acuerdo”. Y uno no puede
parar de preguntarse en qué no está de acuerdo con que tiene un elefante
delante cuando es la propia persona que lo trajo con su correa…
Pero claro… lo trajo para un intento fútil de entregárselo
al otro. Y el profesional le dice “Tiene
un elefante, y se cuida de esta manera y se alimenta de esta otra y necesita
esto y lo otro”… Y aparece la negación, el intento de que no sea lo que es, de
poner el enfado en el otro, el error de haber criado un elefante y haberlo
alimentado, al cartero que trae la carta a su remitente.
Me contaba una vez una señora que tiraba las cartas que
muchas personas que iban a conocer sobre sus vidas a través de la adivinación,
que no pretendían muchas veces escuchar lo que podía aparecer en las cartas. Y
en su intento de convencimiento (paranoide) decían “Mire, vengo a ver si mi
marido me mete los cuernos. Ya he ido a tres brujas que me dijeron que no y,
obviamente, no acertaron. Usted ¿qué ve?”
La bruja tiro sus cartas egipcias y efectivamente decían que
no había ninguna otra mujer, sino que la consultante se perseguía en el mundo
de las ideas. Y la respuesta de la astuta bruja fue:
“sí, se ve que hay otra”
Y así la consultante dijo “¡¿Vio?! ¡Lo sabía! ya me habían
dicho que usted era buena y está claro que lo es”.
¿Y todo esto para qué lo comento? Para poder decir, sin
mistisismos, que nuestros sentidos perciben (o no lo hacen) a partir de nuestro fantasma, de
aquello que somos, que nos recubre y nos hace percibir la realidad de una
manera determinada. Queda en nuestra “retina psíquica” lo que nuestros “ojos
mentales” pueden ver, no aquello que hay.
Es como el padre, que de golpe, cuando le dicen que su hijo
es alcohólico, se enfurece, arremete contra el “cartero” que le informa, para
no saber, que él también ha participado en la crianza de su hijo, que durante
años, a pesar de mirarlo, no lo vio. Y ahora ver esto abre una serie de
interrogantes incómodos a los cuales se tiene que confrontar pero mientras “el
hijo no era alcohólico” no había problemas. De ahí que muchas veces los padres
en un momento de la vida de sus hijos les dicen “vete, no te quiero ver más, tú
no eres mi hijo”, intentando una vez más hacer un truco de magia con la vida
para poder volver a evitarla. La negación del otro no es más que la negación de
uno mismo, de no poder escuchar en qué parte de uno le hace eco eso que tiene
delante.
El alcohólico no quiere saber de su cirrosis, porque si
tiene que dejar de beber… ¿En dónde ahoga sus penas? Seguramente se equivocan y
él puede seguir tranquilo, ahogando dichas penas…
El significante, la palabra, puede ser un detonante de todo
un sistema que lo intentaba ocultar. Como quien denuncia la corrupción y se
intenta arruinar la imagen del que pone la denuncia para que no se investigue
el sistema corrupto…
Sergio Alonso Ramírez
Psicólogo Psicoanalista
Excelente Sergio! Mientras leía, me decía que fuerte la imagen del elefante.. Pero cuando llegué al final el texto está tal cuál graficado..!
ResponderEliminarFascinante! Compartiré esto mañana en mi página. Saludos!
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