"Hay algo que debéis entender de mi forma de trabajar. Cuando me necesitáis y no me queréis, debo quedarme. Cuando me queréis, pero ya no me necesitáis, debo irme... Es un poco triste, pero es así"- película: La niñera mágica.

(Sin embargo, a pesar de mi ausencia física, me tendréis allí donde me necesiten)


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29 de julio de 2015

¿Para qué hacerlo bien? Mejor déjalo peor.

Arte: Jorge Matheus
web: www.jmatheus.es
Lo vemos día a día, como vemos pasar a la gente o a las palomas de nuestras ciudades: La desidia. Algo que suele impresionar, desde la lógica, es cómo el sujeto tiende a hacerlo mal cuando puede hacerlo bien (y ahorrarse problemas). Como quien dice: “bueno, por ahora está bien, dejémoslo así”.
Lo más llamativo de esto es que aun viendo que ello luego generará consecuencias negativas  constantes durante mucho tiempo, el sujeto tiende elegir a hacerlo lo más fácil y cómodo posible sabiendo que no está bien logrado aquello que pretende.

Ahora la pregunta que nos podemos hacer es ¿Por qué un sujeto hace algo que a la larga le producirá mucho más trabajo, durante más tiempo y complicaciones? ¿Qué puede pasar por la psique de un sujeto que no cuenta con el factor tiempo en aquello que hace?
Parece casual la cuestión, sin embargo es tan, ahora sí, ilógica, que llama poderosamente la atención. Lo podemos poner en las miles de empresas que hacen las cosas “más o menos” o en el ámbito individual, o incluso como cultura con la deforestación o la producción de residuos no tratados, etc. Todo tiene consecuencias, las facturas siempre se pagan, y a más tarde con más intereses. Pero… esta máxima, es la más obviada/negada, así  como la muerte… ¿Tendrá algo que ver?

Quizás estemos hablando no de un mal de un sujeto, sino del “mal” del humano. Y tiene que ver con la muerte y con la perversión o, en términos freudianos, con el principio del placer. El sujeto añora, extraña, desea volver a ese estadío infantil donde todo era amor, deseo hacia él, ausencia de consecuencias negativas para sus actos y principalmente, satisfacción. Se añora ganar la Lotería “para no hacer ni preocuparse por nada”. Cuando el sujeto avanza en la infancia se va encontrando con una castración simbólica que le indica que para obtener cosas tendrá que hacer algo a cambio, reprimir ciertos deseos inmediatos en pos de lograr algo a largo plazo (principio de realidad) e incluso renuncias, pero esto implica una herida narcisística, un “no es suficiente con mi presencia, con mi hacer, sino que hay que poner algo más en juego”. Nos tenemos que castrar para lograr  las cosas, y quien no se castra, nada hace, simplemente goza de una infancia perpetua con todo lo que ello implica (o mantiene aspectos de ella). Y la castración final es la muerte, es la que marca un fin, un término, un tiempo. Allí se acabó, no se puede esquivar, es más fuerte. De ahí el desafío en la adolescencia a la muerte “- Je, yo puedo hasta con la muerte”. El sujeto, en su tendencia perversa, intenta esquivar la castración, la responsabilidad o aquello que hace que tenga que no estar satisfecho para poder complacerse aquí y ahora.

Y  empezamos a entender el tema. El sujeto tiende a hacer las cosas “más o menos” por un simple motivo: “porque en el momento le cuesta menos”. Bajo la misma premisa, tiende a no pensar en las consecuencias, ya que eso implicaría pensar en la “muerte” en tanto tiempo, en la castración y esforzarse en pos de no tener que complicarse luego. Vamos, que el principio de placer prima sobre el principio de realidad. O para decirlo en otros términos, le puede más los aspectos perversos que los no perversos.
En algunos casos se logra que otros paguen las consecuencias, pero el tema aquí es que hablamos de un mecanismo de satisfacción que tenderá a repetirse en diferentes ámbitos. Luego, el mismo sujeto, habituado a una forma de actuar y satisfacerse puede encontrarse, con los años, con todas las consecuencias de aquello que dejó por la mitad y ahora tiene dos inconvenientes, el no saber cómo realizar las cosas de diferentes y por otro, y más complejo, con un sistema de satisfacción pulsional (goce, perverso infantil) que le demanda lo contrario. Y aparecen los intentos de soluciones absolutos, negaciones, etc., que llevan al sujeto por un nuevo camino de penurias que luego deriva en el amplio abanico de síntomas que encontramos en cualquiera (Depresiones, ansiedad, pánico, síntomas histéricos como protección de la angustia, etc.)

Y de esta manera podemos hacer un abordaje de algo tan simple, y tan típico en el humano, que es hacer las cosas a medias, o hacerlas mal… Lo que no quiere saber el humano, es que siendo pequeño sí había alguien que le arreglase sus desastres, pero no es así cuando es adulto (será, entonces, cuestión de buscar desesperadamente a quien culpar).
El sujeto termina, como la mosca, atrapado en la tela-araña que él mismo ha mal tejido.

Sergio Alonso Ramírez

Psicólogo Psicoanalista

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