En un momento de la vida, el sujeto tiene que atravesar su castración. No puedo decir si esto se hace completamente o siempre quedan restos de esta operación. La castración es un pasaje simbólico donde el sujeto tiene que renunciar a su posición infantil frente a sus progenitores, y asumir dicha pérdida para poder surgir y construirse hacia el exterior. Es decir, frustrarse en esa relación y repararlo haciendo otra, pero ya no con la misma persona. Sin embargo el tema no acaba aquí. La posición infantil tiene también sus características particulares. El niño pide, reclama, llora, se queja y se le da. Incluso es capaz de no comer o no hacerse un sándwich esperando a que sea la madre o padre quien hagan dicho acto. El niño no paga consecuencias en general, más que recibir regaños; no paga el alquiler, la luz, el gas, ropa, alimentos, etc. Esto es una posición lógica y necesaria en el niño para que pueda desarrollarse y así luego independizarse. Pero esto no siempre sucede, y muchas personas se quedan atrapadas en la posición infantil. Un rasgo que se puede ver muy a menudo y típico es la forma que tiene la gente de endeudarse. Algunos lo hacen con un fin particular, como inversión a futuro, como algo necesario para poder avanzar hacia otro lugar conceptual. Sin embargo mucha gente tiene una relación con el dinero muy especial. Se endeudan sin más, usan las tarjetas de crédito como varitas mágicas que lo dan todo, piden prestamos y más prestamos hasta que llega un punto de corte... Sí, el mismo punto que obviaron en todo momento que se llama “castración”. Las diferentes entidades le dicen “señor/a usted es responsable, ahora pagué”. Ahí aparecen las angustias, las sorpresas, los agobios y los pedidos de auxilio a todo el mundo y "seres divinos".
Sin embargo podemos pensar desde la lógica consciente “¿Acaso la persona al pedir todo eso no estaba calculando que lo tendría que devolver, los riesgos, las posibilidades negativas y las positivas?”. Y la respuesta es que en muchos casos no. El sujeto que no quiere saber de la castración, del límite entre sí mismo y el otro, sigue actuando infantilmente como si fuera un niño, como si la consecuencia la fuera a pagar otro. En general ni siquiera lo piensan, lo hacen de forma inconsciente, pero si se los interrogan suelen dar respuestas del tipo:
“Ya se verá”
“Dios me ayudará”
“Para eso tengo hijos”
“Para eso tengo padres”
“De algún culo saldrá sangre”
“No creo que pase nada malo”
“Hay que pensar positivamente”
“Yo me endeudo porque mis amigos me ayudarían si me pasa algo"
Etc.
Todas opciones que no implican su responsabilidad con respecto a la deuda adquirida. Al tener que pagar y no poder, comienzan extorsiones a todo el mundo como si fueran niños pequeños e “irresponsables” de sus actos cometidos. Solicitan ayudas sin querer dar explicaciones (en algunos casos), como cuando niños se berreaba para obtener lo deseado.
Aun teniendo las consecuencias de sus propias elecciones, que no han pretendido calcular, porque eso implicaría enterarse que eran propias, que dependen de sí mismos y que son responsables de su persona, el sujeto le pide al otro que le solvente su situación. Dicho en términos psicoanalíticos, le demanda al otro que se haga cargo de su falta. En general la moneda de cambio es “porque me quieren y soy bueno/a”. El sujeto en esa posición no quiere castrarse, ni entenderse responsable de sus actos y sus consecuencias, sino actuar “libremente” y que el otro pague (que es el plan original inconsciente). Y no hablamos de una eventualidad, sino de condiciones donde el sujeto puede llegar a arruinarse la vida en pos de mantener la fantasía que “alguien se apiadará de ellos” y les solucionará el problema. No puede aceptar que no hay garantías ni garantes, sino las que cada uno va pudiendo manejar frente a las diferentes faltas que surgen en la vida.
La cuestión pasa por algo muy simple: cuando el sujeto reniega de sus faltas, cada vez se hacen más grandes y difíciles de afrontar. Se acumulan como deudas pendientes que luego llegan con intereses. La falta no va a dejar de estar, pero es función de cada sujeto construir puentes sobre los diferentes agujeros que surgen en la vida.
Lo conflictivo para el sujeto es que a cada momento que tiene que confrontar sus faltas tiene que renunciar a un narcisismo, a una mirada otorgada desde su infancia. El tener que hacer, lo obliga a confrontarse con la castración que dice “no es suficiente con tu existencia como lo fue, ahora tienes que hacer”.
De ahí que muchos psicoanalistas dicen que la sociedad actual es una fábrica de perversos en el sentido que se le trata al sujeto como un niño que todo lo merece y que nada o poco tiene que hacer o pagar. Se montan incluso ideologías donde el sujeto quiere seguir recibiendo y dando lo menor posible, no poniendo en juego su narcisismo y suponiendo que su mera existencia sería suficiente para recibir. Discurso que se utiliza tanto en marketing comercial como , en ocasiones, también político.
Este tipo de posición subjetiva lo vamos a poder ver en una multiplicidad de situaciones cotidianas: los padres que le piden a los hijos que le cubran la falta, que suponían que podían vivir sin responsabilizarse a costa de sacrificar a sus hijos en pos de su narcisismo, la gente que pide en un grito neurótico que los ayuden y que no tienen con qué pagar, pero cuando tenían no pensaban en... la falta (lo que podían llegar a necesitar). Los que piden ser pagados por sufrir, los que se quejan al mundo de lo que no pueden afrontar por si mismos, etc. Los hijos que ya no son niños pero continúan pidiendo a sus padres como si ellos no fuesen adultos. Es la puesta de la falta en las manos del otro, como si el otro fuese uno mismo, como si TODAVÍA el otro fuese mamá y papá. Y en otros casos el sujeto puede llegar a extremos muy intensos en pos de someter a sus semejantes a su demanda para no tomarla en sus propias manos.
Incluso podemos también hablar de la gente que queda paralizada frente al acto, el que denuncia que no son niños y que los padres no son dioses (“Los que fracasan al triunfar” – Freud). O la contrapartida, el que pretende “comerse el mundo”, “ser lo más” para poder reproducir un mundo sin faltas, perfecto, que evidentemente termina en un mundo muy angustiante (aunque no mientras pueda alimentarse de delirios constantes).
Hay otro aspecto de esto, la gente que no sólo viven esto, sino que se han criado para cubrir la falta del otro (película: “Como agua para chocolate”), donde los propios progenitores, ambos o uno avalado por el silencio del otro, lo crían intentando evitar la castración, el límite que dice que el otro es otro y no uno, que cada uno se tiene que hacer cargo de sus faltas (y libertad) e intentar superarlas lo mejor posible y no que los hijos se tienen que quedar en posición de objeto fálico que los completa, enviando así el mensaje de que no pueden hacer su vida, seguir su deseo, afrontar sus propias faltas, sino las de los progenitores. Es como un juego heredado de quién se va a quedar encarcelado y que luego, de generación en generación, se va encarcelando al siguiente.
Por eso muchos huyen de estas relaciones, porque quien se siente encadenado necesita escapar. Sin embargo quien se ha sentido asegurado y libre también puede volver, puede realmente ayudar si el otro lo necesita porque sabe que no se trata de una boca devoradora, de un agujero negro que todo lo devora, sino que devuelve en forma de agradecimiento por aquello recibido y no demandado. A su vez también encontramos bajo esta temática las relaciones de co-dependencia en la cual uno le reasegura al otro la ausencia del límite que responsabiliza y libera.
Algunos padres revelan sus intenciones a sus hijos y les hacen creer que tienen que devolverles porque les han dado una vida que no han solicitado, una comida que eran responsables de dar y una libertad que olvidan otorgar. Esos padres, en el momento que hacen ese reclamo, no se dan cuenta que no sólo han encarcelado a sus hijos, sino que el amor brindado, ahora es una estafa, que lo que se dio no fue fruto del amor por el otro sino por sí mismo. No siempre los hijos lo viven como algo consciente, pero si perciben ese malestar que aparece en forma de síntomas que permitir sostener una mentira que deja a raya al dolor.
Por último cabe aclarar que el sujeto no necesariamente hace esto conscientemente, sino que algo fallo en el proceso de castración, de individuación del sujeto donde queda, justamente, dividido entre sí mismo y el otro. Y así como lo ha vivido también lo demanda y cuando no lo obtiene se revuelve contra ello.
En definitiva el sujeto se pone en posición infantil, en una demanda neurótica donde le pide al otro que sea un mayor que se toma para sí la falta del otro.
De ahí entenderemos el por qué de la necesidad del pago en las terapias, porque no es más papá ni mamá la que te escucha porque estas mal, sino que el pago es la forma de hacerse cargo de aquello que UNO necesita del OTRO y adquiere para sí. El dinero (o aquello que se da “a cambio”) en este caso, representa, entre otras cosas, esa separación que no se concretó.
Desde esta perspectiva, este tipo de deudas tienen que ver no sólo con el dinero sino con la deuda pendiente que se tiene con la castración.
Sergio Alonso Ramírez
Sin embargo podemos pensar desde la lógica consciente “¿Acaso la persona al pedir todo eso no estaba calculando que lo tendría que devolver, los riesgos, las posibilidades negativas y las positivas?”. Y la respuesta es que en muchos casos no. El sujeto que no quiere saber de la castración, del límite entre sí mismo y el otro, sigue actuando infantilmente como si fuera un niño, como si la consecuencia la fuera a pagar otro. En general ni siquiera lo piensan, lo hacen de forma inconsciente, pero si se los interrogan suelen dar respuestas del tipo:
“Ya se verá”
“Dios me ayudará”
“Para eso tengo hijos”
“Para eso tengo padres”
“De algún culo saldrá sangre”
“No creo que pase nada malo”
“Hay que pensar positivamente”
“Yo me endeudo porque mis amigos me ayudarían si me pasa algo"
Etc.
Todas opciones que no implican su responsabilidad con respecto a la deuda adquirida. Al tener que pagar y no poder, comienzan extorsiones a todo el mundo como si fueran niños pequeños e “irresponsables” de sus actos cometidos. Solicitan ayudas sin querer dar explicaciones (en algunos casos), como cuando niños se berreaba para obtener lo deseado.
Aun teniendo las consecuencias de sus propias elecciones, que no han pretendido calcular, porque eso implicaría enterarse que eran propias, que dependen de sí mismos y que son responsables de su persona, el sujeto le pide al otro que le solvente su situación. Dicho en términos psicoanalíticos, le demanda al otro que se haga cargo de su falta. En general la moneda de cambio es “porque me quieren y soy bueno/a”. El sujeto en esa posición no quiere castrarse, ni entenderse responsable de sus actos y sus consecuencias, sino actuar “libremente” y que el otro pague (que es el plan original inconsciente). Y no hablamos de una eventualidad, sino de condiciones donde el sujeto puede llegar a arruinarse la vida en pos de mantener la fantasía que “alguien se apiadará de ellos” y les solucionará el problema. No puede aceptar que no hay garantías ni garantes, sino las que cada uno va pudiendo manejar frente a las diferentes faltas que surgen en la vida.
La cuestión pasa por algo muy simple: cuando el sujeto reniega de sus faltas, cada vez se hacen más grandes y difíciles de afrontar. Se acumulan como deudas pendientes que luego llegan con intereses. La falta no va a dejar de estar, pero es función de cada sujeto construir puentes sobre los diferentes agujeros que surgen en la vida.
Lo conflictivo para el sujeto es que a cada momento que tiene que confrontar sus faltas tiene que renunciar a un narcisismo, a una mirada otorgada desde su infancia. El tener que hacer, lo obliga a confrontarse con la castración que dice “no es suficiente con tu existencia como lo fue, ahora tienes que hacer”.
De ahí que muchos psicoanalistas dicen que la sociedad actual es una fábrica de perversos en el sentido que se le trata al sujeto como un niño que todo lo merece y que nada o poco tiene que hacer o pagar. Se montan incluso ideologías donde el sujeto quiere seguir recibiendo y dando lo menor posible, no poniendo en juego su narcisismo y suponiendo que su mera existencia sería suficiente para recibir. Discurso que se utiliza tanto en marketing comercial como , en ocasiones, también político.
Este tipo de posición subjetiva lo vamos a poder ver en una multiplicidad de situaciones cotidianas: los padres que le piden a los hijos que le cubran la falta, que suponían que podían vivir sin responsabilizarse a costa de sacrificar a sus hijos en pos de su narcisismo, la gente que pide en un grito neurótico que los ayuden y que no tienen con qué pagar, pero cuando tenían no pensaban en... la falta (lo que podían llegar a necesitar). Los que piden ser pagados por sufrir, los que se quejan al mundo de lo que no pueden afrontar por si mismos, etc. Los hijos que ya no son niños pero continúan pidiendo a sus padres como si ellos no fuesen adultos. Es la puesta de la falta en las manos del otro, como si el otro fuese uno mismo, como si TODAVÍA el otro fuese mamá y papá. Y en otros casos el sujeto puede llegar a extremos muy intensos en pos de someter a sus semejantes a su demanda para no tomarla en sus propias manos.
Incluso podemos también hablar de la gente que queda paralizada frente al acto, el que denuncia que no son niños y que los padres no son dioses (“Los que fracasan al triunfar” – Freud). O la contrapartida, el que pretende “comerse el mundo”, “ser lo más” para poder reproducir un mundo sin faltas, perfecto, que evidentemente termina en un mundo muy angustiante (aunque no mientras pueda alimentarse de delirios constantes).
Hay otro aspecto de esto, la gente que no sólo viven esto, sino que se han criado para cubrir la falta del otro (película: “Como agua para chocolate”), donde los propios progenitores, ambos o uno avalado por el silencio del otro, lo crían intentando evitar la castración, el límite que dice que el otro es otro y no uno, que cada uno se tiene que hacer cargo de sus faltas (y libertad) e intentar superarlas lo mejor posible y no que los hijos se tienen que quedar en posición de objeto fálico que los completa, enviando así el mensaje de que no pueden hacer su vida, seguir su deseo, afrontar sus propias faltas, sino las de los progenitores. Es como un juego heredado de quién se va a quedar encarcelado y que luego, de generación en generación, se va encarcelando al siguiente.
Por eso muchos huyen de estas relaciones, porque quien se siente encadenado necesita escapar. Sin embargo quien se ha sentido asegurado y libre también puede volver, puede realmente ayudar si el otro lo necesita porque sabe que no se trata de una boca devoradora, de un agujero negro que todo lo devora, sino que devuelve en forma de agradecimiento por aquello recibido y no demandado. A su vez también encontramos bajo esta temática las relaciones de co-dependencia en la cual uno le reasegura al otro la ausencia del límite que responsabiliza y libera.
Algunos padres revelan sus intenciones a sus hijos y les hacen creer que tienen que devolverles porque les han dado una vida que no han solicitado, una comida que eran responsables de dar y una libertad que olvidan otorgar. Esos padres, en el momento que hacen ese reclamo, no se dan cuenta que no sólo han encarcelado a sus hijos, sino que el amor brindado, ahora es una estafa, que lo que se dio no fue fruto del amor por el otro sino por sí mismo. No siempre los hijos lo viven como algo consciente, pero si perciben ese malestar que aparece en forma de síntomas que permitir sostener una mentira que deja a raya al dolor.
Por último cabe aclarar que el sujeto no necesariamente hace esto conscientemente, sino que algo fallo en el proceso de castración, de individuación del sujeto donde queda, justamente, dividido entre sí mismo y el otro. Y así como lo ha vivido también lo demanda y cuando no lo obtiene se revuelve contra ello.
En definitiva el sujeto se pone en posición infantil, en una demanda neurótica donde le pide al otro que sea un mayor que se toma para sí la falta del otro.
De ahí entenderemos el por qué de la necesidad del pago en las terapias, porque no es más papá ni mamá la que te escucha porque estas mal, sino que el pago es la forma de hacerse cargo de aquello que UNO necesita del OTRO y adquiere para sí. El dinero (o aquello que se da “a cambio”) en este caso, representa, entre otras cosas, esa separación que no se concretó.
Desde esta perspectiva, este tipo de deudas tienen que ver no sólo con el dinero sino con la deuda pendiente que se tiene con la castración.
Sergio Alonso Ramírez
Psicólogo - Psicoanalista
Consulta: psicosujeto1.blogspot.com
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Excelente articulo Sergio ! Ahora bien: cómo un sujeto, ya adulto, que tiene una deuda con la castracion, la concretiza y asume? Desde ya mil gracias !
ResponderEliminarPues mediante unos pasos que parecen simples y son de gigantes.
EliminarVía análisis que pueda reconocer su goce, luego entender de dónde viene y finalmente renunciar a dicho goce castrándose en pos de convertirse en otra cosa. Pero esto, como entenderás, es un pasaje interno del sujeto que no opera desde fuera, sino que se interviene pero es el paciente quien tiene que realizarlo.
refleja como en papel calco ( lo conocen? los mayores lo usábamos en vez de scanner--) la situación con mi hijo---No, no quiero parecerme a ese horror de madre de "Agua para Chocolate" por eso, estoy atendiéndome con una Lacaniana!!!
ResponderEliminar"Y en otros casos el sujeto puede llegar a extremos muy intensos en pos de someter a sus semejantes a su demanda para no tomarla en sus propias manos". Interesante este punto en cómo desde la clínica se observará el GOCE OPACO AL SENTIDO.
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