Tanto lo quise que ahora que lo tengo no lo quiero más
Cuando los psicoanalistas decimos que el sujeto llega a la consulta alienado del Otro (todo aquello que viene de los representantes de la cultura que lo rodea), no es una afirmación inocente ni intelectualoide, sino más bien una realidad con que nos confrontamos día a día.
Quizás la pregunta que nos podemos hacer es qué significa esta frase.
El sujeto queda apresado en los ideales que presenta y genera la sociedad. Siendo el sujeto creado desde afuera, a través de la mirada, la palabra y las relaciones que lo rellenan de una cultura, también le llegan otras cosas. Y entre ellas son los ideales. Se le informa al sujeto que aquello que se llama felicidad, o al menos estabilidad, esta ahí afuera, en algún objeto o situación que “visto desde afuera” se verá como la felicidad. Se hace un desplazamiento de aquello que el sujeto puede desear a un objeto consumible o adquirible desde el exterior. Y el sujeto aparece con una serie de frases como certezas de con qué sería feliz. Obviamente, en muchos casos, lo primero es ganar la Lotería o ser millonario, porque eso lo habilitaría a poder comprar la felicidad.
Y es sumamente interesante aún cuando los sujetos ponen su felicidad, incluso, en cosas que nunca han tenido. Paradójico que el sujeto pueda saber de aquello que le produce la relación con un objeto que nunca ha podido interactuar con él.
Así en la sociedad aparecen una serie de ideales a alcanzar y los mismos conllevan felicidad o parece ser que la encapsulan. En consecuencia se tiene que trabajar mucho y mucho más para poder llegar esos ideales “del Otro” ahora incorporados en una carrera angustiante por ser parecido a la propaganda o imagen social que se tiene de ello. Como aquellos que ven una serie e intentan emularla suponiendo que eso los hará más felices sin ver que ese tipo de relación se creó a partir de lo que ya sienten los personajes (en la vida real si existiesen) por lo que sienten y desean, y no en pos de reproducir y consumir la felicidad vendida.
Hablaban dos amigos y uno le decía que quería llegar a una cifra de dinero. El otro haciendo una broma le dice que venda a un cachorro que se habían encontrado. Y ahí apareció la frase que está en la página de Facebook: “No vendas tu felicidad por dinero”. Parece inocente la frase, sin embargo implica la transposición que hay en la sociedad actual de los sentimientos a otras cosas.
Un hombre me contaba que acaba de volver de vivir en New York. Y me relataba que en su primer día de trabajo ganó, sólo en propinas, 300 dólares. Pero... Trabajando durante 14 horas. Y me explica que allí existe dicha posibilidad. Yo le comentó que me llama poderosamente la atención cuando en series le dicen que está trabajando poco porque solo hace 70 horas semanales. Y me responde que es algo real y no ficticio. Para el americano, el tiempo es dinero. Entonces, pasar una tarde con amigos, ir a tomar un café, pasear con la familia, es perder dinero (obviamente como mensaje social y no como realidad absoluta)
Más interesante es que justamente el estrés y la angustia que produce convertirse en una máquina de trabajar genera la compensación del consumo, con lo cual hay que generar más para poder compensar más... Como siempre todo síntoma se muerde la cola, y el sujeto se aleja tanto de aquello que lo satisface que ahora ya no se tiene, se compra... Se compra?
Y así la persona, perdido en los ideales sociales, en las frases metidas a capón por la familia, se va alejando cada vez más de sí mismo. Se pierde en la nebulosa de las frases hechas e incluso se ofende o se angustia cuando se encuentra frente a otra persona que es feliz a “su” manera. Casi como un insulto a un sistema que promete un nirvana adquirible, pero que no se llega a alcanzar.
Y no nos confundamos, puede que haya gente que se sienta mejor y más feliz en su vida por adquirir ciertas cuestiones, porque le reflejan algo, les despiertan emociones, etc. Y puede ser cosas tan diversas, importantes o insignificantes socialmente que nos puede sorprender. La diferencia parece radicar en qué compra cada uno:
Parece que algunos van construyendo su mundo poco a poco con sus relaciones, cosas, etc, mientras que otros, sin darse cuenta, están comprando el de otro (ideal) y a la vez destruyendo el propio (de su deseo).
De ahí aparece este consumismo que no se puede parar, porque el sujeto consume el significante social que se le ha dado. Traga, y traga pero no satisface. Como si ese significante, que “todos están de acuerdo en que es bueno” no termina de convencerlo/a.
Poder ir apartando esta alienación con los ideales del Otro (cultura pero impuesta) e ir pudiendo plantearse y aproximarse a los propios deseos es el trabajo que se va haciendo en un análisis, una ruptura con el otro para un encuentro con uno mismo y una vuelta al otro desde otro lugar.
Una paciente me dice hoy “Claro, con una casa grande frente a la playa uno es feliz”
- “Lo serías?”
- “Mmmm... La verdad que no, yo quiero otra cosa”.
El ideal, vendido por los medios le había dicho a ella algo, pero en análisis empieza a ver que justamente algo de eso tuvo y no es lo que la hace feliz. Lo que la hace feliz tiene que ver con la expresión de algo interno que se puede materializar fuera y no viceversa.
Sergio Alonso Ramírez
Psicólogo Psicoanalista.
Muy buena nota Sergio.
ResponderEliminarMuy claro !!!!
ResponderEliminarMuy claro !!!!
ResponderEliminarme gusta la claridad y el tema
ResponderEliminarExactamente. No necesario aquello que se "vende" como felicidad, necesariamente lo da. O al menos para la misma persona. Cada cual necesita encontrar su forma de satisfacción. Lo otro es una "ilusión" en ambos sentidos.
ResponderEliminarcomo diria freud , "el ideal propio desaparece y se funde con el ideal de la masa" se es otro para dejar de ser uno,
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=aJ0Dprr4XaA ( cortometraje BARBACOA DE CHIVO )